Sostener una tesis y defenderla con rifle y espada es una acción nociva para el conocimiento. ¿Conviene defender a ultranza una tesis? Sí, como una gimnasia contra la obesidad mental, pero en general no tiene mucho que ver con el conocimiento complejo; se asemeja más bien a un proceso de engorda, a una dotación de hidrocarburos para que la máquina continúe funcionando. Las tesis y teorías sociales tarde o temprano se desmoronan: por ello —y con el propósito de inventar una certeza— todo comenzar o toda premisa aluden a un mito, a un impulso vital, a una equivocación. Así lo atestiguan tres conocidas novelas: Berlín Alexander Platz, de Alfred Döblin; Manhattan Transfer, de John Dos Pasos; o Rayuela, de Julio Cortázar. Simultaneidad, lógica interrumpida, fragmentación de un todo hipotético, accidente continuo, meteorito impactando la forma, son constantes en estas obras. Las novelas son hechos simbólicos, elaborados o nacidos desde la dispersión y lo incalculable, quizás en la obra de Cortázar sea algo más premeditado, pero al menos planteó una idea de la libertad bella, locuaz y anti tiránica. La literatura de ficción fue hasta hace unos años la culpable de la dispersión y de la confusión humana, pues puso en el mundo cosas que los animales no podrían haber imaginado: el lenguaje nos heredó también la forma que tomaron los relatos de los que se valió toda ciencia para proponer sus hipótesis.

Aun hoy, en la decadencia de la literatura, es imprescindible —en cualquier escenario— que uno ponga en marcha el lenguaje, la conversación y la duda de lo que es y de lo que se nos quiere imponer como idea de futuro. En Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk reafirma la idea anterior: “conservar intacta la saludable ficción del diálogo libre es la última tarea de la filosofía”. ¿Cómo podría ser esto posible si apenas encontramos en la actualidad con quien dialogar? Por una parte, las estructuras comunicativas que se arrogan la responsabilidad del diálogo lo reducen a un conjunto de señales elementales cuya relación ya está definida por la misma estructura que lo sostiene: muy parecido a jugar ajedrez y no poder mover tu alfil en sentido lateral porque eso no lo permiten las reglas. Los juegos del lenguaje en la comunicación de masas poseen una dirección premeditada o ya definida por corporaciones que se hacen responsables del supuesto diálogo entre los animales bípedos dotados de conciencia: cosa que restringe su libertad y los convierte en ratas pavlovianas. Por otro lado, este diálogo dizque libre, pensado como última tarea de la filosofía parece más el legado de una buena intención que un fenómeno real, pues los dialogantes actuales —opinadores, analistas, comentaristas, etc...— se ven limitados en su imaginación libre, creadora, subjetiva y abierta. Las redes sociales o virtuales logran crear un campo de acción para el diálogo (hoy lo sabemos hasta el vómito gracias al coronavirus), pero este diálogo se ve de entrada restringido a su soporte tecnológico (planeado por corporaciones globales gigantescas) y a la utilización sólo de algunos de los sentidos humanos como el de la vista y el oído: la gravedad, esencia de la empatía o antipatía humana, queda fuera del juego al ser exiliada de la pantalla y sólo simulada por la imagen que es la representación más primitiva de lo que un ser humano es. Vaya mundo.

Definir a los herederos de la Ilustración es sencillo. Se les reconoce desde un avión. Sloterdijk escribe que la Ilustración, además de hacer la crítica del poder, se opone a la tradición, popular o no, que a su vez se encuentra atada a los prejuicios y añade: “Uno de los polos de la Ilustración es la razón; el otro es el diálogo libre de los que se esfuerzan en buscar la razón. Su núcleo metódico y su ideal moral al mismo tiempo es el consenso voluntario”. La utopía de la Ilustración consiste en mantener, dice Sloterdijk, “un pacífico idilio de Teoría del conocimiento, una bonita y académica visión: la del libre diálogo de los que, sin sufrir coacción, están interesados en el conocimiento.” El filósofo alemán intentó suavizar el idilio teórico, ser sarcástico, procaz y desinhibido, adoptar el papel de un cínico ilustrado consciente de que su disfraz es conveniente y de que lo suyo es una manera de paliar o afrontar la decadencia o el fracaso de la Ilustración que da por hecho que pensar, reflexionar, utilizar la razón, el conocimiento acumulado y criticar supondría vivir mejor civilmente. Pendejadas. Se ha fracasado absolutamente en ello ya que tal horizonte no tiene sentido en el seno de la masa acostumbrada a ser testigo de su propia eclosión, de sus catástrofes esporádicas y de su supervivencia sin intermediarios de calidad (sin intelectuales o librepensadores). La masa puede ser educada e incluso ilustrada por sus salvadores, sí, pero ello no hace coincidir la bondad con el número: ¿Cuántos humanos, por ejemplo, vacacionan en las playas más bellas del planeta y qué porcentaje de éstos puede apreciar la diversidad e imaginación de las creaciones artísticas o de crear bien para los miserables? Somos la eterna continuación de La Risa en Vacaciones. Adiós a la Ilustración.

Google News

TEMAS RELACIONADOS