“Si debo elegir entre el menor de dos males, no elijo ninguno.” Así se expresaba Karl Kraus, el escritor, filósofo y periodista austriaco que se desempeñó, acaso sin desearlo, como un sofisticado termómetro de su tiempo: la Viena y la Europa de principios del siglo XX. Al leer estas líneas los escasos lectores que aún llegan a mi casa abandonarán la columna. ¿Qué nos importa Viena cuando vivimos en México tiempos convulsos de definición ética? Kraus también llegó a expresar hace un siglo: “Vivimos en una época en que las máquinas se hacen cada vez más complejas y los cerebros cada vez más primitivos.” Es una aseveración grosera a causa de su franqueza. Kraus fue un tanto narcisista y miraba los hechos de su tiempo desde perspectivas inéditas y también armado de un ánimo satírico incomparable. Elegir de entre los males el menor es... demasiado utilitarista, digamos. Yo, por ejemplo, quiero ambos males o ninguno y aún así no me considero extremista y me inclino por la crítica y la sorna a la hora de juzgar. En cuanto a las máquinas complejas y a los cerebros desprovistos me parece que se podría cambiar un poco la oración y definir nuestra época como plena de máquinas y cerebros complejos, pero afectada por una ética debilitada y una crítica ausente de los hechos sociales. En México, desde José María Pérez Gay (1944-2013) hasta Javier García- Galiano y Guillermo Santos, entre varios más, han disertado y podrían darnos luces acerca de Karl Kraus a quien Walter Benjamin calificaba de ser algo narcisista. Los legos o profanos, sin embargo, hemos sido testigos varias veces de su asombro concentrado en una frase célebre: “Acerca de Hitler, no se me ocurre nada.” Sentencia que procedente de un filósofo tan atento a la complejidad del lenguaje, como Kraus, significa una declaración de impotencia, desaliento y derrota.
Apenas he releído el libro del escritor Carl Amery (1922-2005) Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? En sus páginas intenta situar (social, histórica y socialmente) a Hitler y comprender qué sucedió en aquella época para que un hombre de esta naturaleza causara tanto daño en el mundo y principalmente en la comunidad judía. Amery afirma que el siglo XXI es ideal para que las personalidades como Hitler renazcan y guíen a sociedades que, pese a estar alfabetizadas, se entregan ciegamente a la persecución de un bien supremo. Amery nos dice que Hitler consideraba a los judíos “archienemigos de la conservación de la especie humana”, aunque en realidad se refería al mensaje judío humanista, el mensaje de la disposición pacífica, de la conservación de la vida frágil y enferma, de la necesidad de debatir y de establecer acuerdos. Fue capaz de arrastrar a un pueblo desilusionado porque fue el espíritu de su tiempo el que le insufló estas ideas y porque le prometió a ese pueblo —alemán— que gracias a la aplicación de su fórmula se convertiría en un guía de la especie y de la cultura humana más excelsa.” (Al escribir sobre la comunidad judía no me refiero a Israel; algo por demás evidente).
Bueno, bueno, lean este libro que también me empuja a pensar en que los intelectuales (ensayistas, periodistas serios, filósofos, artistas, críticos) serían hoy similares a aquellos judíos que los nazis quisieron eliminar de la humanidad a partir de un darwinismo vulgar, una economía debilitada y manifiestos teóricos dignos para adolescentes de treinta años. ¿Acaso los intelectuales no estorban para el advenimiento de mejores mundos en los que la crianza humana continúe “evolucionando”? Los judíos de aquella época no podían alcanzar cargos públicos importantes, ni ser generales, obispos, jueces o pertenecer a la realeza, así que se sumaron al periodismo, a la ciencia, a las profesiones universitarias (elevando así su nivel e importancia), como también al comercio. Carl Amery le ha dado demasiada importancia a Hitler en este libro —es su debilidad—. Creo que Hitler es consecuencia del hitlerismo y este es el que debe ser comprendido, amansado o persuadido éticamente. El otro, el hombre, Adolfo, es un fardo y una enfermedad mortal que la historia ha tenido que cargar. En fin, aquí he mencionado dos autores muy diferentes entre sí (Kraus y Amery); ojalá a alguno de ustedes les interese.
Entre ella y producción empezaron a tirar botellas de agua, y me cayó una botella en el ojo. Mi amiga emocionada levanta la botella y dice: “mira tengo la botella de Nicki Nicole”, pero a mí me cayó en el ojo y tengo cinco puntos
La vi así tapada (con la mano en el ojo) y ya cuando me levantó la veo toda ensangrentada.
Como estábamos bien adelante, el guardia nos saca a la fuerza para llevarme a emergencias, yo me aferré a mi celular. Llegamos ahí (a emergencias) y solo me limpiaron, me dijeron que eran enfermeros y que el seguro no cubría porque esto era para un servicio plástico.