A Sonia Sierra 
 
“Si un hombre responde a alguna pregunta que no haya planteado antes ninguno de sus contemporáneos entonces quedará aislado.” Esta afirmación de R.W. Emerson podría expresarse de manera que le concierna más a una comunidad indefensa que a una persona aislada: “Debido a que no nos hacemos las preguntas adecuadas no tendremos respuestas satisfactorias a los mayores dilemas sociales y continuaremos dando vueltas alrededor del viejo árbol de la actualidad”. Al pensar en lo que ha sucedido en el pueblo de San José de Gracia, la masacre bestial de la que ya tienen todos noticia y que olvidarán dentro de unos cuantos días (esto debido al precio que uno debe pagar por la actualidad y por mantenerse “informado”), reiteré no sólo la sencillez con la que es posible cometer crímenes de esa naturaleza en territorio mexicano, sino también la capacidad que tienen estas legiones del hampa para ejercer un dominio absoluto y eficaz de sus actos y profesiones bárbaras. Poseen jerarquías en los mandos, masas trabajadoras, clientes suficientes para garantizar su fundamento y necesidad de existencia, relaciones con autoridades de los más diversos rangos, e incluso sus propios canales de exhibición y fama. Quiero decir, simplemente, que se trata de empresas y lo que las hace notables es que asesinan a sus competidores, no pagan impuestos y muestran un enorme desprecio por las leyes que transgreden al ejercer su oficio depredador. 

Hacerse las preguntas adecuadas suele ser difícil puesto que se trata de cuestiones en el fondo sencillas de exponer. Como punto de partida, personal, diré ¿qué me puede interesar el apodo de estos hampones, las armas que usan, sus vehículos, las canciones que prefieren, sus líos pasionales y sus querellas con otros grupos que suelen terminar en acciones animales y violentas? Si la policía detuvo un cargamento de drogas, si apresaron al líder de un cartel, si lo vieron paseándose en un malecón, si se descubrieron sus nexos con tal policía o el ejército, ¿no es todo esto parte del eterno espectáculo, de la misma urdimbre social y una de las más comunes formas de la complicidad? De allí es imposible salir. Cualquier guerra emprendida contra esta porción de la sociedad —el narcotráfico— no hará más que restablecerla y justificarla en su función. A la pregunta de ¿por qué las leyes no permiten el uso de drogas o sustancias que de todas maneras se distribuyen sin pagar impuestos a la hacienda pública y, además, provocan el asesinato de las personas que se oponen a su circulación o que están inmersas en el mismo negocio?, se responderá de muchas maneras, de acuerdo con los prejuicios morales, teorías éticas, experiencias personales o total desconocimiento o conocimiento del asunto que cada uno exprese; pero lo cierto es que, al parecer, la función continuará y se les permitirá a estos seres continuar, como sucedió en San José de Gracia, con sus empresas criminales y su evasión de impuestos.  

La legitimidad es un concepto moral, y es el resultado de una convergencia de perspectivas sobre un acuerdo concreto. Pero la legitimidad está ligada a la unanimidad. Así lo proponía Thomas Nagel en Igualdad y parcialidad. Y acentuaba el hecho de que los problemas sociales tenían que ser considerados desde un punto de vista personal y uno impersonal. No hay que referirse a Hobbes para saber que la seguridad es un principio dominante en la vida de cada individuo. La seguridad personal a la hora de transitar, trabajar y vivir en una sociedad se transforma también en un deseo impersonal (expresado desde Kant hasta T. M. Scanlon, etcétera); es decir: si yo quiero seguridad también la quiero para el resto de las personas que no me asesinarán. Si un gobierno cualquiera es en verdad legítimo porque su función política es la convergencia unánime de perspectivas diferentes, entonces posee como una de sus obligaciones fundamentales ofrecer seguridad y tranquilidad en la vida de los gobernados. ¿O alguien quiere que lo maten cuando sale a la calle? Es evidente que los legisladores no se están haciendo las preguntas deseables respecto a las empresas del narcotráfico. Preguntas perturbadoras de tan sencillas. Ni tampoco los glosadores del tema, ni tampoco parte de la sociedad que hace un mito de estos delincuentes y se dedica a la cháchara banal para hacerse cómplice de su propia desgracia.

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