Sólo se despilfarra lo que no se tiene. Y lo que no se tiene, para empezar, es la certeza de una larga vida. El manirroto es, a fin de cuentas, una especie de artista que aprecia el valor efímero de las cosas. El potlatch, aquella fiesta ancestral en que la dilapidación y el derroche eran necesarios para establecer vínculos con los otros miembros de la comunidad, alude al consumo improductivo de las sociedades tribales. Suelo decir, a la menor provocación, lo mucho que detesto a los tacaños, esos especímenes que tarde o temprano logran transmutarse también en tacaños del alma, en seres incompletos y estreñidos. El que da se da a sí mismo, y en ello obtiene su placer y justicia. Georges Bataille, por ejemplo, comprendía lo necesario que es el derroche de aquello que consideramos más valioso, pues ello amplía nuestra libertad. Expandía este derroche hasta la actitud rebelde, la crítica y el anarquismo que respira y actúa en el suelo donde crecen las leyes o los acuerdos que tarde o temprano se quebrarán o serán sustituidos. La conciencia de que la vida es breve ayuda a concentrarse en los asuntos importantes, en el cuidado de uno mismo, en el cultivo de la amistad y de los placeres que atenúan la amargura de vivir en tiempos ásperos o enloquecidos como el nuestro.
Bataille era consciente de la seducción que despierta la transgresión, el sacrilegio, la violación de la norma como potencial para crear mejores leyes o acuerdos; sí, pero sobre todo, concebía la libertad como una noción que se encuentra siempre en peligro y que, por lo tanto, se derrumba y da traspiés antes de levantarse sostenida otra vez por el espíritu rebelde. Que los legisladores, por ejemplo, no hayan creado leyes adecuadas para la libre circulación de las drogas, significa un acto de estreñimiento moral, de limitación cerril y un atentado contra la libertad colectiva e individual. Los estragos que causa esta prohibición no tengo que describirlos, puesto que vivimos sus consecuencias, así como no tiene demasiado caso narrar la amargura que provoca en cada persona la conciencia de la inmovilidad. En el territorio mexicano no hay libertad de movimiento. Los transportistas de carretera, verdaderos héroes nocturnos, lo refrendan expresando su temor a perder la vida o volver vejados a sus casas. La mía no es una burda queja contra nadie en particular. Las raíces de la desgracia son profundas, complejas y se remontan a décadas atrás. Y si hay una declarada incompetencia de las personas a la hora de elegir a sus gobernantes es porque se han descuidado terriblemente. ¿Cómo podría explicarse, por ejemplo, el entusiasmo que causó Vicente Fox y que lo llevó al poder ejecutivo cuando parecía evidente que no poseía altura de estadista ni conocía el país cuyas anomalías deseaba rectificar? Si los votantes cuidaran de sí mismos en sus lecturas, educación, capacidad de reflexión e información, si despilfarraran su imaginación y no estuvieran sumidos en la amargura, el resentimiento y a la espera de ser salvados, no estarían siquiera tomando en cuenta a los candidatos de “oposición” que propuso el actual señor presidente para disputar su cargo en el siguiente sexenio. Se trata de opositores blandos —entre ellos hay gladiadores de la prensa rosa y políticos secundarios— que ahondarían los problemas apremiantes, no los atenuarían siquiera.
Felipe Ángeles, el general tan fiel a Madero, confiaba más en la democracia parlamentaria que en el gobierno fuerte y dictatorial, aunque éste aspirara a representar la democracia. Era un hombre moderado a quienes los militares con prosapia y arraigados no miraban con buenos ojos. Por otra parte, a Madero —escribe Friedrich Katz— lo acabó su confianza ciega en los militares. Ellos terminaron con su sueño civil y con su propia vida. Menciono a Felipe Ángeles, pues ahora hay un aeropuerto militarizado que ha sido bautizado con su nombre. La vida es breve, cuídense de no elegir a personajes que les hagan la vida más pesada, intenten concentrarse en sus propios deseos, en no tomar demasiado en serio las promesas bíblico-políticas, en conocer la diversidad del mundo. Despilfarren lúdicamente, de buena manera, su vida; que será breve.