Se vive al lado de una pareja con el propósito de culparla de todo lo que nos sucede a lo largo de la vida. Tarde o temprano ambos culparán a la compañía más cercana o longeva de los más frívolos problemas, y también de las grandes desgarraduras. No encuentro mejor razón para mudarse a vivir con alguien que hacerse de su propio muro de las lamentaciones. Cuestiones como el amor, el erotismo, la reproducción u otros pretextos no desembocan en la necesidad de vivir al lado de alguien. ¿Cuál es la estricta relación? En cambio, constatar o sufrir el paso de la vida posee mayor sentido si uno elige el acto promiscuo de vivir en pareja y realiza de ese modo su personal homenaje al Arca de Noé. Me es indispensable aludir al modesto y aún así extraordinario libro Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre, publicado a finales del siglo XVIII. Después de que el autor es confinado en soledad a un arresto domiciliario de cuarenta y dos días escribe acerca de lo que mira dentro del cuarto y comienza así una travesía imaginaria que amplía su libertad y colma sus deseos de viajar. Si una pareja se hubiera inmiscuido al cuarto con el fin de hacerle compañía al escritor nos habríamos perdido de esta obra que continúa siendo un discreto y astuto modelo de libertad individual.
La poligamia fue privilegio de los dioses griegos y, aunque sea desmesurado escribirlo, creo que es saludable sentirse un dios o diosa griegos por algunos momentos. Somos apostillas de los aqueos, glosa, minucia de su pensamiento, pasiones y hedonismo. La monogamia es un sacrificio y un ritual en el que nosotros somos la ofrenda. Leer al escritor estadunidense Mark Twain (1835-1910) lleva en sí un obsequio inapreciable: el cultivo de la ironía y el sarcasmo festivo carente de odio o frustraciones. Si uno celebra en las bodas y solloza en los funerales es porque no estamos incluidos, escribía Twain. Habría que meditar por qué existe tanta comicidad o bromas negras alrededor del matrimonio. Tal vez sea una de las varias formas en que se practica el exorcismo o se hace llevadera una vida en prisión. Los chistes macabros y el escarnio verbal son abundantes respecto al tema de las parejas enlazadas. La buena compañía será siempre bien aquilatada, sea la de un ser humano o la de un ave, mas aquellas compañías impuestas, tarde o temprano revelan su oscuridad, su malicia, la frustración, la decepción o el desengaño. Es a costa de esta aseveración que insisto en que probablemente el matrimonio auto impuesto que persigue el deseo de felicidad tendría como última virtud el descubrimiento de una oscuridad luminosa.
Es extensa la historia de los amores o las pasiones que se ven interrumpidas por la desgracia, Romeo y Julieta, Eloísa y Abelardo, Paolo y Francesca, Dante y Beatriz y un sinnúmero de atracciones románticas que culminan, insisto, en la oscuridad de la luz. Sólo allí en el mito romántico estas parejas pueden ser eternas e iluminadas, pacientes y cobijadas por su propia mitología, cómplices de un tiempo que se concentra en un episodio por demás intemporal. La cobardía es aliada de la monogamia, como el temor o el deseo de conservar el cadáver de una idea. No obstante tan extremas expresiones yo no guardo ninguna aversión a las parejas o a los matrimonios. La mente no es un misterio, sino un laberinto y quién sabe qué pasillo habremos de recorrer cada uno de nosotros, cada una de las mujeres que, además, son a ojos de un hedonista avezado un laberinto dentro de un laberinto. La fortuna ha querido que el desprestigio que acompaña al matrimonio haya dado excelentes frutos que los demás disfrutan a manos llenas en esta época que, si bien no es griega ni romántica, pero sí enloquecida e imprudente, permite que los humanos se alejen a tiempo de sus parejas, cultiven la soltería para dar lugar, solicito perdón por el inocente juicio, a que florezca el amor, un amor que es sexo arropado en el lenguaje. El tiempo es en esencia movimiento, ya que una quietud universal se opondría a su existencia. El movimiento y su longevo cómplice, el tiempo, tienden a separarnos más que a unirnos. Las excepciones son consecuencia del azar. Vuelvo a Xavier de Maistre que viajó sin compañía humana hacia todos los confines de su habitación, aunque sólo fuera por unos días.