ureras y comerciales que se desataron indiscriminadamente. Este primer shock generó una fuerte interrupción de los flujos de comercio global y la pérdida de actividad económica, pues nuestras compras se redujeron a los productos básicos.
Luego vino una apertura de actividades descoordinada entre países productores y consumidores, que generó disrupciones en las cadenas de valor global, pues nadie sabía qué producir, para quién, en qué cantidad ni para qué mercado. Creando confusión, incertidumbre y escasez. Luego vinieron los estímulos económicos en ciertos países que incentivaron fuertemente el consumo, pero no en toda la gama de productos, sino más en aquellos que eran requeridos para sobrellevar y seguir con el confinamiento (electrónicos, comidas, muebles para el hogar y mejoras de la casa), creando con ello la falta de algunos productos como “chips” electrónicos. Al extenderse los programas de estímulos económicos, se reforzó el “shock” o “jalón” de la demanda, creando más presión sobre los precios.
Considere que muchos procesos productivos de materias primas y productos agropecuarios no pueden maniobrar bien en los cambios de producción en períodos cortos de tiempo. Pensemos en los productores de maíz, que su cosecha está planeada para levantarse en 90 días sí o sí. No le podemos decir a las plantas de maíz, ahí cálmala por un rato ¿verdad? O a las gallinas que ya no pongan huevos, ¿o sí? Así también con las refinadoras de aluminio o cobre, pues todo el sistema se basa en la predictibilidad de la entrega de producto y su posterior cobranza.
Mientras que los efectos disonantes en las cadenas de valor toman calma, el sistema de fijación de precios de muchos productos seguirán presentando ajustes, estos pueden ser hacia arriba o hacia abajo, según sea la relación de oferentes y demandantes de ciertos bienes en ciertas partes del mundo.
¿Qué están haciendo los bancos centrales de muchos países en el mundo para palear este fenómeno? Pues la mayoría están en un “wait and see” medio escalofriante. Mientras que otros ya tomaron acción, como el caso de México, Brasil y Turquía, aumentando sus tasas de interés en sus respectivos mercados con el fin de atemperar dicha alza en los precios.
La Reserva Federal de los EUA, no ha tomado esta ruta, pero ya le ha bajado a su masa monetaria a través de limitar sus compras de bonos, y se espera que para el primer semestre del 2022 (o antes) tome una acción más directa con el aumento de su tasa de interés.
La pregunta es, ¿estas acciones controlarán el aumento de precios? Y la respuesta, según este servidor, es que muy probablemente no. Pues el aumento de precios que estamos viviendo no es por un sobrecalentamiento de la economía, ni por un exceso de efectivo en la misma, sino por un efecto “real” y no monetario en los mercados. Esto es, no hay productos cuando se requieren, o hay demasiados cuando no se requiere. Y para empeorar las cosas, cuando hay de sobra la gente lo almacena, pues se sabe que vendrá la demanda por ellos en unos meses más. O sea, que el efecto hacia arriba se potencializa y el efecto hacia abajo se disminuye. El peor de los mundos, ¿no creen?
Sin embargo, es preocupante que las acciones del gobierno puedan volver este fenómeno “momentáneo”, en una inflación inercial, donde la carrera precios-salarios se desate y luego no se pueda controlar, generando una inflación galopante. Las recientes acciones del gobierno de los EUA no son nada tranquilizantes, pues un paquete de inversión “extra” extraordinario para infraestructura, solo presionará aún más los precios en el mercado. Mientras que, en México, un alza desmedida en los salarios mínimos en enero del 2022 también traerá nubarrones sobre la ya de por si alicaída economía. Ambos casos, son medidas populistas que en otros tiempos vendrían bien, pero que en las condiciones actuales solo pondrán a volar los precios aún más.
¿Qué hacer en estos casos? Pues abróchense bien sus cinturones queridos “boes”, pues vamos a galopar. Todavía pasarán algunos meses más antes que los flujos de comercio, y sobre todo las cadenas de valor global, tomen sus movimientos predecibles y empiecen un lento proceso de ajuste de precios y control de los mercados. Esto nos tomará de 12 a 18 meses más, y muy probablemente los precios se ajustarán al alza, y no a la baja o a nivel prepandemia.
Entonces, cuidar su consumo o hacer un consumo responsable, ahorrar en instrumentos que protejan el valor de su dinero, pagar sus deudas y tarjetas de crédito, e invertir en bienes duraderos o inmuebles (si pueden), sería lo más aconsejable. Pero, sobre todo, no comprar en exceso, pues eso solo mantendrá en alerta a los mercados. Como diría mi padre, tras la tempestad vendrá la calma, o a la mejor no….
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