Existen varios autores y artículos que mencionan que uno de los objetivos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de su antecesor, el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (AGAC o GATT, por sus siglas en inglés), fue la liberalización del comercio entre países con el fin de aliviar las tensiones geopolíticas que, en buena parte, fueron la causa de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, o al menos así nos lo han presentado.
Hoy en día, y a muchos años de distancia, vemos cómo, después de haber logrado una gran integración mundial en el comercio y en los flujos de capital, lo que sin duda generó una mejoría en los estándares de vida de millones de personas en el planeta, también debemos aceptar que esto ha tenido costos para un número más reducido de personas, sobre todo en los países menos preparados para dicha apertura.
De tal manera que vemos cómo está surgiendo un desencanto con dicha globalización, e incluso ya se habla de una “desglobalización” o, como mínimo, de una “regionalización”. Observamos incluso un proteccionismo en el país que por muchos años fue el paladín del libre comercio: Estados Unidos de Norteamérica.
Pero ¿cuál será la ruta adecuada? ¿cuál debería ser la dosis justa entre liberalización del comercio y protección? ¿quiénes son los beneficiarios y los perjudicados? Y lo más importante, ¿lo son verdaderamente a largo plazo? Para estas y otras preguntas intentaremos analizar algunas consideraciones en este y los siguientes artículos.
Primero que nada, fue Adam Smith, considerado el padre de las ciencias económicas, quien delineó en su famoso libro “La Riqueza de las Naciones” los principios fundamentales de la libre competencia.
Smith criticaba la intervención del estado (mercantilismo) en la estructura económica y de mercado, y rechazaba la imposición de aranceles proteccionistas y otras medidas que obstaculizaban el libre comercio.
Decía Smith que el sistema mercantilista protegía solo a los productores, mientras que los consumidores quedaban a merced de los aranceles y de productos de mala calidad; en resumen, estos últimos resultaban perjudicados. Muchos más autores han escrito sobre este punto, pero no busco ser exhaustivo en este artículo, más bien pretendo solo resaltar las posturas y sus consideraciones.
Por el lado proteccionista, tal vez el autor primigenio y más destacado fue el economista alemán Friedrich List, quien desarrolló sus postulados en la Alemania preindustrial. List decía: “El resultado de un libre comercio generalizado no sería una república universal, sino un sometimiento universal de las naciones menos avanzadas a las que dominan en manufactura y en poder comercial”. Esto daba paso a la imposición de aranceles como medida de protección a los productores locales.
Con este “delineamiento” de los precursores de ambos pensamientos termino, y aquí me gustaría detener la explicación de los fundamentales y evitar la plétora de libros y artículos escritos al respecto. Más bien me gustaría dirigir el hilo de la trama a nuestra situación local. México ha experimentado ambas corrientes y ha obtenido sus ventajas y desventajas o consecuencias.
Buena parte del siglo XX (más de 50 años) vivimos el proteccionismo denominado eufemísticamente “de crecimiento hacia adentro”, que generó un importante cúmulo de empresas mexicanas con un gran número de productos manufacturados localmente, pero que en general tenían una calidad baja y a precios altos.
Pero gracias a la gran barrera que los aranceles de importación generaron, podían gozar de un mercado cautivo que permitió a los empresarios fortalecer sus empresas.
Desde el punto de vista de List, esto estuvo bien, pues provocaría el desarrollo económico doméstico. Y en efecto así fue, pero desgraciadamente esta estrategia tuvo un resultado no previsto en distorsiones de mercado.
Un período muy largo de protección generó una distorsión de precios entre los bienes del campo y de la industria, y más aún, generó una falta de innovación, calidad y altos precios en los bienes manufacturados en el país.
El descontento social experimentado en el México de los años 60s del siglo pasado, fue quizás su manifestación más obvia.
Luego experimentamos con la apertura, nos adherimos al GATT y luego a la OMC en los años 80s, y logramos un tratado de libre comercio con la economía más poderosa del mundo. Esto nos llevó a un nuevo nivel de desarrollo.
Aunque nos quejamos de que casi no se añadía valor en México, y de que solo éramos un país maquilador con mano de obra barata, pero a 30 años de distancia, el valor añadido en México ha aumentado considerablemente. Resumiendo, nos quejamos de ambos sistemas, pero creo que hemos avanzado.
Hoy nadie puede negar que los consumidores mexicanos tenemos una gran variedad de productos a nuestro alcance, de buena calidad y a precios relativamente razonables. Pero las fuerzas proteccionistas siguen acumulando fuerza y ya han dado muestra de sus avances. El 15 de agosto del 2023 tuvimos un aumento importante de aranceles a la importación de cientos de productos, principalmente de bienes intermedios y materias primas, los cuales introducen de nuevo distorsiones de precios en el mercado.
Luego, el 22 de abril de este año, tuvimos otro aumento a más de 500 productos, algunos de los cuales ni siquiera se fabrican en México, como el aluminio. Este último caso, por cierto, luego se modificó pues creo que se dieron cuenta del error.
Pero definitivamente las fuerzas proteccionistas están ahí y no han perdido ánimo; al contrario, con dicha fuerza actuando desde Estados Unidos, aquí también están logrando redireccionar los avances del libre comercio.
Consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera, con más de 40 años de trayectoria en los sectores privado y público.