Gregorio Canales

La realidad del Año Nuevo

19/01/2022 |00:31
Redacción El Universal
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El oficio de “pitonisa” es complicado y riesgoso. Por eso existe el dicho de que los economistas nos pasamos la mitad el tiempo prediciendo el futuro económico, y la otra mitad explicando por qué no pasó así. Por lo tanto, hoy no quiero hablar sobre predicciones económicas para el 2022. Más bien, quiero llevaros en un pequeño recuento de algunos factores y acontecimientos, que nos pudieran echar algo de luz sobre la posible evolución económica de este novel año.

Primero, en el plano lo internacional, tenemos temas como el conflicto entre EUA y China, la amenaza de Rusia sobre Ucrania y sus implicaciones en el plano geopolítico, de la misma manera que la amenaza de China sobre Taiwán. La disrupción de cadenas productivas a nivel global, y su consiguiente impacto en los precios de materias primas y productos elaborados por igual. No debemos de olvidar la pandemia del Covid-19 y sus recurrentes olas de contagios, que creo ya vamos en la 5ta., la nueva influencia de las criptomonedas, el futuro de los energéticos, y cambio climático, los muchos conflictos bélicos, la migración y un largo etcétera. Pero bueno, no se trata de abrumarlos (o traumarlos), pero si busco el que consideren que no estamos aislados, México no es una isla amurallada, y que lo que pasa en casi cualquier parte del mundo nos afecta en México de alguna manera, y en mayor o menor medida. En este mundo interconectado, ya no hay un sitio seguro. Por lo tanto, el panorama internacional no se ve nada fácil, y en cualquier momento puede darnos sorpresas desagradables. Vaya, hasta el faro de la libertad y la democracia, Los Estados Unidos, hoy se encuentra muy cerca de una encrucijada de consecuencias insospechadas.

En el plano doméstico no curtimos mal las baquetas. Pues el cúmulo de calamidades son más de las que deberíamos tener, sobre todo si hubiéramos hecho las cosas bien desde hace mucho tiempo atrás. Por ejemplo, no tendríamos el gran problema de inseguridad que vivimos hoy en día, si hubiéramos actuado firme y decididamente contra ese flagelo en los últimos 30 años. Decía bien mi madre, al tigre hay que matarlo cuando es cachorro, pues cuando es tigre él te mata a ti (esto claro, sin pensar en hacerle daño a ninguno de estos exóticos animalitos, ¡ok!).

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Adicionalmente, tenemos los problemas que yo llamaría auto infligidos, un débil andamiaje jurídico o legal, una educación deficiente por decir lo menos, y un “sin rumbo” en la política económica. Calamidades todas ellas para desmayar a cualquier planificador económico, y que aún con todo esto, derrochamos el gasto público en proyectos sin una buena base económica o social, despilfarramos el erario en programas sociales clientelares, cancelamos otros verdaderamente necesarios, y en general estamos creando un ambiente enrarecido para los empresarios e inversionistas. Vaya, incluso para aquellos que supuestamente sé quiere proteger, como los mal llamados (no me gusta este calificativo, pero, en fin), “Los Pobres”. Pues en el mejor de los casos, los programas sociales mitigan un poco el hoy, pero no dan certeza del mañana. Proverbio bíblico, dar pescado en vez de enseñar a pescar.

Con estos elementos, bien pudiéramos concluir que el panorama para el 2022 no se antoja nada halagüeño, o al menos no con el calificativo descrito nuestro presidente de - “nos va a ir muy bien”. Pues en el consenso de los analistas económicos, México no superará el 2.5% de crecimiento en el PIB para el 22, y si eso se cumple, nos mantendrá por debajo de los niveles prepandemia. En este sentido, creo que deberíamos actuar más en esquema de “survival mode”, en vez de sentirnos “salvados” o que “ya la hicimos”.

Si pensamos que el sector externo y las remeses, que han mostrado números interesantes hasta hoy, nos podrán salvar y recuperar el terreno perdido, pues aún eso no será suficiente, e incluso hasta estos se pueden ver afectados, dependiendo de la evolución de variables tanto externas como internas. Por ejemplo, la aprobación de la contra reforma energética, pondría a nuestro país en una situación desventajosa en el contexto del T-MEC (The Economist 8 de enero 2022), lo que afectaría el riesgo país y los flujos de inversión. Más aún, generaría un aumento en los precios de los energéticos, que ya de por si son en promedio un 30% más caros que en los EUA, ocasionaría que muchos proyectos que pensaban en México se suspendan o cancelen, afectando el desarrollo y crecimiento de nuestro sector externo.

La inflación y el bajo crecimiento ponen a nuestro país muy cerca de un proceso llamado de “estanflación”, que significa un estancamiento económico con inflación, una enfermedad económica tan terrible como el Covid. Que algunos analistas económicos dicen que prácticamente ya estamos viviendo, pero que técnicamente aún no llegamos. Esta sí es una de las peores situaciones que pudiéramos enfrentar hacia el 22 ¡y 23! Pues México no cuenta con instrumentos de política pública para salir de ella, o al menos no se ven claros hoy en día. Pues no contamos con una política pública de modernización de nuestro aparato productivo. Y atención con esto, cuando digo aparto productivo, no me refiero únicamente al sector de las manufacturas, sino también al agropecuario, extractivo, financiero, comercial, logístico, etc. En general, México no ha invertido en modernizarse en los últimos 50 años. O, mejor dicho, la modernización que hemos tenido ha sido inercial, provocada por factores externos (exógenos) y no por políticas públicas deliberadas (endógenos). La gran cantidad de inversión extranjera ha traído a nuestro territorio nuevas tecnologías, modernos métodos productivos, de calidad y de innovación, y estos se han permeado en algunas zonas de nuestro país, pero dicho flamazos aún no generan la chispa de la autopropulsión. Seguimos siendo inerciales, reactivos en vez de proactivos.

Desde que en México se dijo que la mejor política económica era la no política, ¡pues no se ha hecho nada! Salvo algunas honrosas excepciones como los Decretos Automotrices, de Maquila, y el TLCAN. Pero que han creado un desarrollo amorfo o desigual entre las regiones de México. Por lo demás, seguimos padeciendo la falta de modernización en la industria local, el campo, el sistema financiero, el comercio, la salud y la distribución logística.

Muchos planes de desarrollo económico se han publicado en los últimos (casi) 40 años, pero magros resultados en todos ellos. O, peor aún, complacientes resultados, pues de alguna manera algo hemos crecido, nos damos por bien servidos y no nos preocupamos por tomar en nuestras manos el destino de nuestro desarrollo. Hoy navegamos sin rumbo en una verdadera tormenta perfecta, solo nos acompaña el ferviente deseo, que nos alimenta el líder en turno, de llegar a puerto, pero que ni chiflada idea tenemos por dónde está.

En resumen, el 2022 se ve difícil y con potencial de ser peor al 2021 ya ni les cuento para el 23. Por lo que les recomiendo que tomen sus precauciones, y no olviden una cosa, como dice el Dr. Óscar Vara, ¡no dejen de generar PIB!

**El autor es consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera con más de 40 años de trayectoria en los sectores privado y público y fue Subsecretario de Energía en Nuevo León.