Reza una viejísima expresión idiomática “ser como el perro del hortelano, que no come ni deja comer”, en referencia a aquellas personas que, si bien no hacen, o no pueden hacer algo, pero tampoco dejan que otro, que si puede, lo haga. Y traigo eso a colación por la pretendida contrarreforma energética en México. Y me explico.

La primera planta de generación eléctrica se instaló en México en 1878 pero era de baja capacidad y de consumo propio, la primera planta eléctrica para la venta de energía en México nace en 1898 con la fundación de la “Mexican Light & Power Company, Ltd.” Y luego en 1906 con la “MEXILIGHT” que proveían de fluido eléctrico a todo el valle de México, Hidalgo, Puebla y partes de Michoacán.

Posteriormente hubo otras empresas mexicanas que hicieron lo propio en varios estados de la República.

Para el 14 de agosto de 1937, y por decreto presidencial, se constituye la Comisión Federal de Electricidad (CFE), “que tendría por objeto organizar y dirigir un sistema nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, basado en principios técnicos y económicos, sin propósitos de lucro y con la finalidad de obtener con un costo mínimo, el mayor rendimiento posible en beneficio de los intereses generales de la nación”, según la propia CFE en su página web. Cosa que nunca logró.

Para 1960, el presidente Adolfo López Mateos, afligido por su baja popularidad en los primeros 2 años de su mandato, decidió hacer un movimiento nacionalista (Mmm… ¿Dónde he oído eso?) y expropiar las primeras empresas generadoras en el valle de México y fundar la conocida “Luz y Fuerza del Centro”, con el argumento de que las empresas privadas eran muy ineficientes y trataban mal a su personal.

Obviamente, contó con el apoyo del ya formado Sindicato Nacional de Electricistas, que a la postre le sumo muchos votos a su partido.

Entonces, y para esa fecha, todo el sistema eléctrico mexicano estaba ya en manos del gobierno. Cosa que en sí no es necesariamente malo, considerando otros casos como el de Francia, donde una compañía del estado es la que gestiona todo el sistema eléctrico del país (Électricité de France), con muy buenos resultados. Pero en el caso de México, este monopolio estatal se ha manejado a contentillo de los políticos de turno y con una gran ineficiencia y corrupción.

La situación actual de CFE es el de una compañía prácticamente en quiebra y sin viabilidad económica, algo así como un zombi que no sé ha percatado que está muerto y que continúa moviéndose por una inercia malsana y perversa (bueno, quizás no tan crítica como la situación de PEMEX en donde si de plano apesta).

Y esto considerando los resultados amañados que voluntariamente presenta la CFE en sus estados financieros, y donde hay hoyos negros y cifras cambiantes cada uno de los años reportados, como el caso de las verdaderas valoraciones de sus activos. En pocas palabras, no pasa la prueba del ácido, pero incluso la del yogurt o del refresco de Cola (bueno, este último si es muy corrosivo, así es que mejor bórrenlo).

Con la reforma eléctrica del 2013, se favoreció un sistema donde CFE se quedaría con el monopolio de la transmisión y la distribución de fluido eléctrico, para evitar el monopolito privado, y con esto se abriría a la inversión privada la generación. Y de esta manera, se dio paso a la fundación del Mercado Eléctrico Mexicano (MEM).

Donde los oferentes con las mejore tarifas se despacharían primero, haciendo que el mercado fuera más eficiente y los consumidores obtuviéramos las mejores tarifas.

Todo se veía bien, incluso para la CFE, pues tendría manera de ir saneando sus operaciones con el dinero del “derecho de porte” o “porteo” que cobraría por la trasmisión y distribución, y se quitaría plantas ineficientes y contaminantes.

Pero ahí entró el nacionalismo otra vez, y de nuevo nuestros fantasmas (o traumas) de dominación que atormentan nuestro ego patriótico de cuando en vez, salieron a relucir, y a ser utilizado en campañas políticas. No sé por qué, no hemos podido superar ese trauma que nos hace actuar de manera irracional y francamente estúpida. Pero en fin, como diría mi amigo David Gurbach, it is what it is…

Y por qué digo que la CFE se parece al perro del hortelano, pues si bien CFE ahora solo tendría que invertir y administrar las redes de trasmisión y distribución, le gana el deseo de controla todo y no deja que los privados manejen la generación, donde la CFE ha probado que es totalmente ineficiente. Y para colmo, en lo que si debiese invertir y controlar, nos tiene en una situación famélica con redes a punto del colapso y sin visos de querer invertir, por estar distraída en generar energía eléctrica ¡sí o sí!

El Programa para el Desarrollo de Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN) se modifica casi cada año y sin resultados concretos. Nuestras redes de trasmisión y distribución literalmente se están cayendo a pedazos y hay zonas del país que ya no pueden crecer porque no hay redes eléctricas (caso Baja California y el Bajío).

La propuesta del Gobierno actual es volver al sistema anterior, que para colmo ya probamos que no funciona, y que solo nos traerá pesadillas y problemas, pues no podremos crecer nuestro sistema eléctrico, so pena de dañar nuestras finanzas públicas. Y usted ya sabe qué significa eso verdad, más impuestos o falta de presupuesto en otras áreas. Total, la cobija es de cierto tamaño, y si la jalamos de un lado descobijamos el otro.

Aparte de tecnicismos e ideologías, la situación es muy clara, volver a un modelo que no funcionó por más de 50 años es, por decir lo menos, irracional. Amén de la oleada de demandas internacionales de parte de inversionistas extranjeros que tendríamos que solo terminarán en que México, como país (o sea todos nosotros), termine pagando el pato.

Esto significa miles de millones de dólares en daños y perjuicios, además de poner en peligro la estabilidad de sistema eléctrico nacional con apagones, contratos amañados, precios más altos, y más corrupción. En resumidas cuentas, la contrarreforma propuesta es una mala idea por donde se vea. Aunque estoy de acuerdo en que el MEM siempre se puede mejorar, esto no significa que no funciona para beneficio de todos nosotros.

***El autor es Consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera, con más de 40 años de trayectoria en los sectores privado y público.
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