“Espectáculo sin valor”, así definen los medios de comunicación internacionales –como The Guardian- a la conferencia que dicta el Presidente todas las mañanas. Una comparecencia que nada ofrece a los mexicanos. Es, en todo caso, una distracción de los temas realmente importantes, además de que ofrece una realidad diferente a la que muchos percibimos.
Por si fuera poco, los mexicanos ahora estaremos recibiendo ¡tres conferencias al día! Sí, la del Presidente, donde los funcionarios que lo acompañan dan señas de hartazgo y preocupación; más la que ofrece el Subsecretario de Salud con motivo de la pandemia –con datos sumamente cuestionados- y una tercera que ofrecerá la Secretaría de Bienestar para informar sobre apoyos sociales.
¿acceso a la información o estrategia para llamar la atención? Usted decida.
Lo que se debe entender de esta fallida estrategia es que no basta con tener los reflectores todos los días. Se debe obtener el mayor provecho a la burla constitucional del modelo de comunicación política que implican estas conferencias. Hoy es una ¡violación al triple!
De continuar con esta dinámica, que así parece, se debería reflexionar en lo siguiente: ¿cómo agregarles valor?
Para que tengan éxito necesitan cuando menos tres elementos: 1) atender temas oportunos, es decir, saber que temas, dónde y cuándo desarrollarlos, 2) mejorar la habilidad del emisor para transmitir el mensaje; y 3) definir bien el público receptor (aunque debería ser para todos).
Respecto del primero, se debe señalar que uno de los errores frecuentes es hablar de temas no prioritarios en el país y en el mundo. El gran pendiente es mejorar la agenda temática y saber el momento en que se deben abordar. Por ejemplo, no dar prioridad a los temas de salud en medio de la pandemia que vivimos es un grave error. Incluso, parece que con los temas abordados en las mañaneras se quiere distraer la atención de los temas preocupantes. No debe ser esa la finalidad.
Su falta de observación nos lleva a tener tres conferencias en un día cuando se debe centrar los esfuerzos en una y un solo tema. Incluso, llegamos a los extremos de atacar periodista y medios de comunicación en plena cúspide de contagios. De ahí el mundo las veo como “espectáculos sin valor”.
El otro gran tema es el emisor del mensaje. Las mañaneras están diseñadas como si se tratara de un evento de campaña, el cual tiene como centro el ímpetu, la afrenta y confrontación de ideas, sin embargo, ya no estamos en esa época (ya ganaron). Al ser gobierno ya no existen adversarios, sino oposición al proyecto que encabeza.
La actitud que debe privilegiar es la de serenidad, empatía, tolerancia y diálogo. Más cuando los periodistas críticos al gobierno -que claramente evidencian sus fallos- no cubren las conferencias. El actual formato parece un montaje que lejos de dar credibilidad lo debilitan. De ello dan muestra las intervenciones de personajes que halagan todo lo que se expone, cuando su labor debería ser cuestionar.
La otra asignatura que no logran concretar es diferenciar al receptor de las conferencias. Hay mensajes que son para los seguidores del gobierno y otros que son para los que no simpatizan. Los receptores somos todos los mexicanos y no solo los más de 30 millones que votaron por el actual gobierno. Deben conectar con todos los mexicanos para fortalecer su proyecto y aprovechar que la oposición esta desdibujada.
La asignatura pendiente para el gobierno es obtener los mayores beneficios de la burla constitucional que son las mañaneras.
Por cierto, esta burla al modelo de comunicación continuará hasta que el Tribunal Electoral resuelva las impugnaciones. Las conferencias generan imparcialidad en las entidades con procesos electorales locales, además de un ejercicio indebido de recursos públicos para promocionar a un funcionario público. Tal vez sería momento de estrenar la causa de nulidad por uso indebido de recursos públicos.
Los proyectos de sentencia parecen estar “durmiendo”.