La degradación de la institución presidencial en días recientes ha sido histórica. Es difícil recordar algún episodio en el que un jefe de Estado, de cualquier país, se haya involucrado en una controversia con un congresista norteamericano. Todo por una iniciativa que no cuenta con el consenso de las fuerzas políticas y que no se convertirá en ley.

La desproporcionada y lamentable reacción es sintomática de las relaciones de México con los Estados Unidos de América. Nuestra política exterior padece del Complejo de Penélope. Penélope, la habitante de Ítaca, esperaba a su esposo Ulises rodeada de pretendientes. Para hacer tiempo y evitar una boda repentina, durante la noche destejía lo que tejía durante el día.

La burocracia profesional, la diplomacia de alto nivel, teje todos los días el fino entramado de las relaciones binacionales; forja los mecanismos de coordinación institucional, celebra reuniones de alto nivel con pares para atender preocupaciones y temas de la agenda común y se anticipa estratégicamente a los retos por venir. Todo este fino tejido de política exterior es destejido, de manera lamentable, por mañaneras plagadas de ideas descabelladas, de ocurrencias insensatas y de una visión insostenible de la soberanía nacional.

La Décima Cumbre de Líderes de América del Norte, de la cual fuimos anfitriones, terminó con mensajes alentadores por parte del presidente Biden y del primer ministro Trudeau, pero en el momento en el que López Obrador tomó la palabra destejió el fino hilo de una región convertida en potencia mundial de vanguardia, con una economía verde y con mecanismos de movilidad humana. Al final, el presidente utilizó la Cumbre como un medio de propaganda personalizada, para hablar de sus ideas y de sus programas sociales, dejando sin voz a sus pares.

López Obrador se dedica a poner en práctica juegos infantiles en nuestra relación con Estados Unidos. Echa la culpa, una y otra vez, por el tráfico de armas y por el consumo de drogas a nuestro vecino del norte, dejando de lado la parte que nuestro país juega en esta difícil dinámica: con fronteras porosas a las armas y con una estrategia de seguridad que deja actuar impunemente a capos y carteles.

El presidente juega también a dar golpes sobre la mesa, con desplantes impropios de su investidura, para luego ocultar las manos y buscar culpables. Los grandes problemas de la agenda binacional, el tráfico de armas, el cambio climático, la trata de personas, la crisis migratoria, el creciente poder de los carteles, sólo podrán enfrentarse con voluntad y esfuerzos comunes. Se necesitan más que palabras para corregir el rumbo, se requiere una visión estratégica de las relaciones binacionales, de cara a los grandes retos globales.

El complejo de Penélope afecta también a nuestra economía: empresarios y diversos actores de la sociedad civil y de los gobiernos estatales y municipales

forjan alianzas, crean lazos de amistad y atraen las inversiones que el presidente de la República, con sus decisiones ocurrentes, ahuyenta sistemáticamente.

En su más reciente video columna, el internacionalista y periodista norteamericano Fareed Zakaria pinto a López Obrador de cuerpo completo y concluyó con una lacónica y fulminante afirmación: AMLO es el Trump mexicano, obsesionado con destruir instituciones, furioso en sus ataques a la prensa y demoledor de las relaciones internacionales. López Obrador es la base sobre la que sostiene la que hoy, es una frágil relación con los Estados Unidos. Mientras sus ideas anticuadas no cambien, mientras sus decisiones sigan el guion del autoritarismo y la dictadura, la relación con nuestro vecino del norte seguirá siendo frágil.

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Gina Andrea Cruz Blackledge.
Senadora por Baja California.
Presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores América del Norte.
@GinaCruzBC



 

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