El 13 de noviembre marcará un hito en la historia de los movimientos sociales en México. La marcha que congregó a cientos de miles de personas en todo el país envió una señal clara, al inquilino de Palacio, de abierto rechazo a una reforma electoral regresiva y peligrosa.
Marchamos quienes hemos sido parte del histórico proceso que llevó a la construcción de instituciones auténticamente democráticas, después de décadas de elecciones manipuladas, en las que la voluntad popular era negada en aras de la permanencia de un proyecto político autoritario.
Marchamos quienes abrimos y cerramos las casillas, quienes recibimos y contamos los votos. No fueron necesarios ejercicios de coacción o acarreo, quienes asistimos lo hicimos de forma voluntaria, auténtica y libre.
Defendemos al Instituto Nacional Electoral, porque quienes hemos participado en las jornadas electorales sabemos que el Instituto también somos nosotros. Defendemos al INE porque es el instrumento que nos hemos dado, entre todas y todos, para consolidar procesos electorales democráticos, limpios, transparentes e incuestionables.
La respuesta de Palacio deja en claro que el presidente no tomó nota de la marcha más numerosa que ha habido en nuestro país, por lo menos en este milenio. La negativa presidencial a asumir la realidad, con todas sus consecuencias, es la señal preocupante de que en un país plural y libre, todavía se pretende imponer un pensamiento y un proyecto únicos.
La crítica hacia quienes disienten es una muestra clara de intolerancia y cerrazón. Con sus expresiones peyorativas el presidente ha condenado, de forma lamentable, un ejercicio en el que hicimos valer nuestras libertades, mostrándose abiertamente como un enemigo del régimen democrático y de las libertades republicanas.
Después de la marcha, los propagandistas de la Cuarta Transformación siguen obstinados en promover una reforma que pretende el control total sobre el proceso electoral de 2024. El intento de promover una reforma indefendible, tendrá indudables consecuencias en el equilibrio de fuerzas políticas, pudiendo incluso llevar a la división del bloque de Morena, al menos en el Senado.
Lo más sensato y prudente sería que se retirara la propuesta presidencial, ante la inminente polarización que generaría el intento de imponer una reforma para la que no hay consenso, y sí una abierta oposición. Sería lamentable que la fuerza mayoritaria pretendiera ejercer las estrategias de chantaje y violencia con las que impuso la militarización del país hasta el año 2028. Sería lamentable que se pretenda destruir a un árbitro electoral que goza de prestigio internacional, así como a un sistema electoral que garantiza que las minorías sean representadas en los espacios de toma de decisiones.
El 13 de noviembre ha marcado un hito en nuestro país: la ciudadanía, antes silenciosa, se ha atrevido a hablar fuerte y claro y su mensaje es contundente: defenderemos al INE porque valoramos la democracia y porque el costo de renunciar a nuestras libertades, en aras de un proyecto político autoritario, regresivo y represivo, es demasiado alto.
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@GinaCruzBC