¿Reconocerá AMLO las derrotas? Agradecer el triunfo es fácil.

Cuando se trata de colgarse medallas, levantar la copa, todos somos la victoria. We Are The Champions. Lo rudo es aceptar el fracaso. Le atribuyen al presidente estadounidense John F. Kennedy aquella frase: “el éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano”. El dos de junio habrá una candidata derrotada y otra victoriosa. Todos sabemos quién aceptará y quién respingará con sus múltiples resultados adversos, no está sólo en juego la presidencia de la República.

A Xóchitl Gálvez en una entrevista de televisión le preguntaron: “¿vas a aceptar el resultado electoral cualquiera que éste sea?”, y la candidata opositora afirmó tajante y sin titubeos: “por supuesto que soy una demócrata, por supuesto que sé, en una elección que se gana y que se pierde; estoy convencida que voy a ganar, por una simple razón: si vota el 63% de la población vamos a ganar. Acuérdense de mí”. En cambio, en la misma entrevista televisiva cuestionaron a Claudia Sheinbaum, “¿reconocerías cualquier resultado, en cualquiera de las elecciones?”, y respondió con evasivas: “hay que ver cómo se desarrollan, siempre hemos dicho que nosotros confiamos en el pueblo de México, y esa es la confianza que tenemos en que van a salir masivamente a votar”, “muy bien”, remató el periodista y siguieron a otra pregunta.

Después de las varias marchas de la Marea Rosa del domingo pasado en todo el país, (marchas de ciudadanos que apoyan a la candidata ciudadana), el presidente López Obrador celebró que en México hay libertades plenas y “democracia auténtica”. Hay libertad de expresión, de manifestación como nunca, declaró. No. Mentira. Eso es falso: la libertad de expresión y de manifestación, así como la de reunión, son derechos humanos, no concesiones del Estado. Hace seis años, de eso gozó AMLO cuando compitió y ganó. Para tener una “auténtica” democracia, hace falta lealtad a la Constitución; sometimiento al control parlamentario; rendición de cuentas efectiva; medios de comunicación libres; competencia sin dinero gubernamental ni del crimen; es decir, “piso parejo”. No olvido que ese piso disparejo, esa falta de autenticidad democrática en favor de Claudia, lo denunciaron Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal; el primero por la intromisión de la Secretaría del Bienestar, el segundo por la conducta parcial y el gastadero de dinero en las redes digitales, durante la precampaña morenista.

Sin embargo, el punto a subrayar es que un elemento esencial de la democracia “auténtica” y por tanto definitorio de los demócratas es: la aceptación de la derrota electoral. Se compite para poner una idea, una aspiración, incluso un rechazo, al examen de los ciudadanos, y éstos deciden si acaso triunfa o es derrotado y el liderazgo de ese proyecto. Adam Przeworski ha definido a la democracia como el “sistema donde los partidos del gobierno pierden elecciones”. Así de sencillo. ¿López Obrador ha aceptado un descalabro?, ¿aceptará como Zedillo el triunfo de Fox, como Calderón el de Peña, y como Peña el suyo? López Obrador es marrullero electoral.

No hay democracia “auténtica” por un zócalo lleno que grita “fuera Morena”, sino cuando AMLO y los suyos hagan su mudanza de donde lo ordenaran las urnas, sin berrinches. El auténtico demócrata no refunfuña, con la irrefutable voz del pueblo.

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