La muerte ronda el inicio del sexenio del bienestar. El segundo piso de la cuarta transformación es una funeraria, un ataúd.

Pronto se superarán las cifras de mexicanos muertos en 2023, que según Inegi, fueron más de 32 mil por enfermedades del corazón, diabetes, cáncer, accidentes. ¿Y el Insabi? ¿Y el IMSS-Bienestar? ¿Y la farmaciota acabó con el desabasto de medicinas?

Los homicidios violentos cada día adquieren más el perfil asesino de un brutal terrorismo. A pocos les importa; lo más reciente lo vimos en Villahermosa, Tabasco, esa tierra que vio nacer a grandes poetas, hoy es lugar de masacres. De las personas que fallecieron en 2023, el 50% tenían entre 25 y 44 años de edad y se ubica como la segunda causa de defunciones entre jóvenes de 15 a 24 años.

Muchos bares son jardines donde algunos, todavía niños, alcanzan la muerte. ¿Sembraron vida? ¿Atendieron las causas de la violencia? Muertes del bienestar. La guadaña de los criminales trabaja lo mismo en Chilpancingo con cuerpos desmembrados y un alcalde descabezado, que en Acámbaro, Guanajuato, con coches-bombas, o en el desgobierno de Sinaloa, que en el centro de Querétaro donde el gobernador Kuri no se puso a cantar en el Cerro de la Campanas, como la gobernadora de Guerrero, en el Partenón del Negro Durazo. López Portillo vive, el dolor sigue.

Óbito y exequias es el sello de los primeros días de Claudia Sheinbaum como Presidenta; en sus primeras horas, las fuerzas armadas abatieron en la frontera sur a unos extranjeros, al parecer árabes, según los primeros comunicados militares. Otro día culparon al gobierno de Norteamérica de agudizar la violencia en Sinaloa; muy bien, y en menos de un mes en Técpan de Galeana, Guerrero, ya suman 30 muertos “en ejecuciones, enfrentamientos con elementos del Ejército”. ¿Allí a quién culpamos?

A los criminales se les combate, contiene y encarcela con la fuerza legítima del Estado. No hay de otra. Darles tregua, querer conversar y pactar con ellos, es dejar avanzar a la muerte. No es “ojo por ojo y diente por diente” lo que propongo, es simplemente cumplir la obligación primaria y esencial del Estado de cuidar la vida de las personas. Argumentar que las administraciones anteriores dejaron un tiradero, ya no pasa; entre otros motivos porque en los homicidios violentos, el sexenio de López Obrador, se acepte o no, superó a todos, a todos los anteriores; y el gobierno no está para cuidar la historia, no está para “poner Benitos Juárez” de ministros, el gobierno está para cuidar el futuro.

La militarización, ahora sin jueces independientes, abre todas las puertas al gobierno para “pacificar” al país “por las buenas”, es decir, sin violar derechos humanos, sin masacres, sin espiar ilegalmente, con cooperación internacional transparente; pero también la Presidenta lo puede intentar “por las malas”, es decir sin responsabilidad para nadie que de su gobierno dispare un arma. Venganza pura: terror criminal contra terror estatal.

A pesar de Donald Trump la muerte sigue, él y sus “halcones” ya tomaron su decisión: será por las buenas o por las malas, pero ellos no tocarán a los capos estadounidenses dueños y patrones de los criminales proveedores mexicanos. ¿Vamos a seguir poniendo la sangre de mexicanos, para que del otro lado del Río Bravo nos ratifiquen el tratado comercial? O ¿vamos a esperar a que el fentanilo enloquezca a nuestros jóvenes mexicanos? Las escenas de terror no se curan con la misma medicina de la prestidigitación mañanera. Ya lo vimos. Es lo mismo, pero más barato.

Diputado

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