Hoy todo mundo habla de historia y de Benito Juárez, con el fundamento de las monografías de papelería. Vale la pena recordar el libro “La Guerra de los Tres Años” de Will Fowler. La guerra de Reforma entre conservadores y liberales.

Guerra olvidada, preludio de la intervención francesa y la imposición de Maximiliano. Ofensiva contra y a favor de la nación laica. Grito de Guillermo Prieto en Guadalajara: “Los valientes no asesinan”, cuando estuvieron a punto de matar a Juárez. Mártires de Tacubaya. Es la batalla de Ocampo, Santos Degollado, Ignacio Zaragoza, González Ortega, Manuel Doblado porque viviera la Constitución de 1857; pero también hubo otro bando de mexicanos valientes que buscaban una nación imperial y católica: Miguel Miramón, Leonardo Márquez, Tomás Mejía. Entonces, “murieron más mexicanos que en cualquier otra guerra del siglo XIX, lo que llevo incluso a un historiador estadounidense (Richard N. Sinkin) a equipararla con un holocausto”.

Fechar el comienzo de esa guerra el 11 de enero de 1858, es una “manera tramposa por parte de la historia oficial, de librar a los liberales moderados Ignacio Comonfort, Manuel Payno, Félix Zuloaga y Miguel de María Echeagaray, y radicales como Juan José Baz, de la responsabilidad de haber empezado el conflicto con su Plan de Tacubaya del 17 de diciembre de 1857 con el que abolieron la Constitución de 1857 y clausuraron el Congreso, dejando que Comonfort permaneciera en la presidencia. De esta manera se culpa a los conservadores Luis Gonzaga Osollo y Miguel Miramón de haber iniciado la guerra…”. No debemos olvidar que Benito Juárez estaba encarcelado en Palacio Nacional, por orden de Comonfort.

La chispa de Tacubaya prendió fuego, “los conservadores tomaron la Ciudad de México y Puebla…los liberales se refugiaron en Veracruz y Morelia”. Vinieron “ejecuciones, saqueos, impuestos forzosos, levas”. Después una “narrativa histórica oficialista y maniquea” que ha presentado al bando liberal triunfante como el de los “buenos mexicanos”, y al de los conservadores como el de los “traidores mochos y reaccionarios”. “Tacubayistas” y “constitucionalistas” mientras “la violencia abarcó todos los aspectos de la vida cotidiana, proliferó el bandidaje y bandas de ladrones aprovecharon el contexto de guerra, para hacer de las suyas con supuesta impunidad alegando que “confiscaban” dinero, víveres y caballos de un bando y otro…”

“Para todos fue una guerra fratricida y traumática en la que se exacerbaron los odios, se destruyeron vidas y viviendas, se cometieron actos de violencia atroz y en la que las represalias y la venganza se convirtieron en el triste pan de cada día…familias divididas, comunidades rotas, sufrimiento, miedo, dolor, pérdidas tremendas, muerte y desolación…tres terribles años, en los que los mexicanos se mataron entre sí destruyendo ciudades, pueblos, iglesias y comunidades enteras…”

Juárez regresó a Palacio Nacional exactamente tres años después de que Comonfort lo soltó, el 11 de enero de 1861, y exclamó —cito a Fowler— “sin ser del todo honesto”: “dentro de muy breve plazo tiempo entregaré al elegido el poder”, sólo persigo “el espectáculo de vuestra felicidad” y “merecer de vosotros, para legarlo a mis hijos, el título de buen ciudadano”. ¿Escucharemos eso otra vez?, ¿se incubará el odio entre nosotros?. Juárez murió en el poder en 1872. La paz fue efímera. Lecciones de la verdadera historia.

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