Estuve en el Estadio Azteca en el Mundial de 1986, festejando los goles de Fernando Quirarte y Hugo Sánchez, cuando México le ganó a Bélgica; ilusión total que acabó en Monterrey contra Alemania. Ocho años después vi “ganar” un debate a Diego Fernández de Cevallos y luego perder la elección; después vi “perder” a Peña Nieto la discusión y ganar la elección. Hoy, la realidad, candidatas y ciudadanos son diferentes, en cambio, los comentarios políticos y los “análisis” del futbol son iguales: “ganó”, “perdió”, “empató”, “tirititito”, “era suya, la tenía, y la dejó ir”. Está “futbolizada” la evaluación de los debates electorales.

Con mi equipo de futbol, el Atlético Morelia, en penúltimo lugar de la Liga de Expansión, como se le conoce eufemísticamente a la Segunda División, he perdido inocencia e ingenuidad a la hora de mirar y criticar a futbolistas y debates. Hay jugadas, goles, patadas, y hasta tranzas en el balompié de todo el mundo, ¿en la política no?

Lo primero, el INE gastó un dineral en hacer ese debate, despilfarro millonario, como construir un estadio para jugar un partido; bastaría “usar” las concesiones que otorga el gobierno a las televisoras, como sugirió Ricardo López Cordero, director de Radio Ibero. ¿Por qué no un debate en Televisa, otro en TvAzteca y uno más en Imagen, o celebrarlo en las universidades? Lo segundo fue la “moderación activa” que puede convertirse en protagonismo mediático, creo que sería mejor bajar a Christian Martinolli o Enrique Burak a la cancha, ¿pero en política? Lo que sí fue una desfachatez fueron los palcos “a nivel de cancha” de algunos consejeros del INE para ver en vivo y en directo el partido por simple y vana notoriedad. ¿Qué carajos tenían que verificar los fisgones árbitros electorales? Ojalá con ese celo y cercanía verificaran el uso clientelar de los programas sociales, sacaran las tarjetas amarillas, marcaran falta e hicieran valer el reglamento. Afean el juego los árbitros teatreros. El reloj del debate fue la cereza del pastel. ¿Imaginan un contador de tiempo con fallas en un estadio?

Pero eso es forma, en el juego la candidata de Morena salió “a cuidar el marcador”, a proteger su portería. Está bien como estrategia futbolera, pero la campaña electoral es un momento de rendición de cuentas frente al elector. No es jugar bonito. Es el derecho a la información que será garantizado por el Estado, como dice la Constitución, es decir, los mexicanos debemos recibir información plural y oportuna, de todas las ideas y por cualquier medio de expresión. ¿Existe un mejor momento que un debate presidencial, para que a las personas se les entreguen esos datos y noticias de nuestra tarea gubernamental? Los análisis buscando un ganador y no la sustancia democrática de la confrontación son entretenimiento, o peor, los comentócratas justificando mentiras, debilitan la verdadera deliberación pública. Son los que narran un partido con camiseta de su equipo. Ven penaltis y fueras de lugar, donde hay trampas. Puede tener sentido sugerir una “ganadora” por no meter goles, pero coronar a la que mejor evadió el examen público de su pasado, debería ser criticado fuertemente. Subir al pedestal del triunfo la simulación y el fingimiento es pudrir el sufragio efectivo.

Justo por endiosar a nuestros futbolistas antes de tiempo, inflarlos con notas falsas sobre lo “buenos” que son, anticiparles los laureles de gloria, y mercantilizar sus rostros sin ver cómo juegan sus piernas, nuestro futbol no pasa en los mundiales al quinto partido. Ahora sólo falta que el juez electoral se parcialice como en aquel Mundial de México 86, cuando el árbitro electoral era, ¿adivinen?, el padre de defraudación electoral: Manuel Bartlett.

Senador

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