El reclamo es fuerte, porque a México lo castigan siempre por nimiedades. La FIFA se encarga de presionar a la por el grito de “¡Eeeeh puto!”, pero es incapaz de poner orden en las convocatorias por decisiones unilaterales de la Liga Premier y la Serie A. Pero resulta contradictorio para el balompié mexicano que, por el lado directivo, se lance un reclamo y se solicite una sanción por no dejar viajar a México a Raúl Jiménez y por el otro que el entrenador, Gerardo Martino, haga convocatorias On Demand, cuando su estrella quiere, que venga, y cuando no, que se quede y no pasa nada.

Es el caso de Hirving Lozano

, de quien públicamente aceptó Martino que fue convocado, pero que —por decisión propia— no quiso venir a esta primera etapa eliminatoria. Aduanas complejas como San José y Panamá y ahí no se dice ni se hace nada.

Sobre Raúl, Martino

dice y solicita: “Falta una decisión más fuerte de FIFA para liberar o, bien, para no liberar a los futbolistas, pero una postura clara”. Ante ese tema sí es transparente y contundente; en el interior, no.

La Selección Mexicana

inicia una eliminatoria atípica, con siete rivales, en vez de cinco; con tres partidos en una sola Fecha FIFA. Cada tercer día jugará, como si no estuvieran saturados los futbolistas después del intenso y pesado verano, con más de 69 días de concentración entre Copa Oro, Juegos Olímpicos, Nations League y amistosos.

Y sumemos los resultados contra rivales del área en casa, en Estados Unidos, donde la localía es evidente y los resultados fueron muy malos. Dos finales perdidas contra Estados Unidos, no le pudieron ganar a Costa Rica, ni a Canadá, ni a Trinidad y Tobado (que ni está en la eliminatoria), ni a Honduras (amistoso en Atlanta). Derrotaron muy justo a El Salvador y golearon al más débil, a Guatemala, y superaron a Honduras en Phoenix, con siete bajas de los catrachos por Covid-19.

Esa es la realidad de México en la Concacaf. Por eso, dar un golpe de autoridad en eliminatoria es urgente, necesario y —sobre todo— sensato, para darle validez al proyecto Tata Martino, a un año y dos meses del arranque del Mundial de Qatar.

De los tres lugares y medio que hay para ocho equipos, México debe mirar al número uno. Todo lo que esté por debajo será cuestionable, sobre todo por el amable armado de calendario que le pusieron, donde en la primera etapa —la que se jugará en 2021— tendrá cinco de ocho partidos como visitante, pero en 2022 será la cómoda recepción de las selecciones en el Azteca, en cuatro de seis encuentros. Más cómodo, imposible.

La eliminatoria, tanto que quita y nada que da

. Martino, por más canchas sudamericanas en las que paseó, en hostilidad europea cuando estuvo en el Barça, en países apasionados al futbol, no ha sentido el Cuscatlán, el Olímpico de San Pedro Sula, la gélida Cincinnati o, bien, el incómodo y largo trayecto a Vancouver o Toronto. Tampoco un estadio con olor a marihuana como el de Kingston o la pasión de los ticos en el Nacional de San José. Bienvenido, Martino, a la verdadera Concacaf, no a la de las Copas Oro.

@gvlo2008

gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx

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