En tiempos del Covid-19 , se han potenciando los insultos, las malas formas y estar en el extremo de susceptibilidades. Pasa en todos lados; tal vez, por la falta de información y porque buscar recuerdos, escándalos, temas que a los medios de comunicación le den “carne fresca” para analizar y comentar, es el día a día.
Así, se puede ver cómo un exdirectivo, como José Luis Higuera, se atreve a decirle “chocheas” a un maestro del periodismo deportivo, como José Ramón Fernández, y lo peor es que lo celebran en redes sociales como si fuera una proeza del exchiva. O cómo un exfutbolista, como Antonio Carlos Santos, le dice a un comunicador, como Enrique Beas, que es un pendejo, solamente porque no está de acuerdo en los conceptos de éste.
En fin, son tiempos de alta susceptibilidad, pero también de “mala leche” de algunos más, que solamente buscan escándalos para hacerle daño a determinadas figuras del deporte o de los medios de comunicación.
Juan Carlos Osorio
cayó en esto y, en la entrevista a la distancia que dio para ESPN Brasil, hizo el ridículo, monumental papelón del exentrenador de la Selección Mexicana. Señalar a los futbolistas es una bajeza cuando se trata de un equipo en el que —se supone— todos ganan o todos pierden.
Dentro de los ridículos deportivos que tuvo el colombiano como entrenador de la Selección Nacional: el 0-7 contra Chile en la Copa América Centenario o el 1-4 contra Alemania en la Copa Confederaciones, o hasta en la propia eliminación en Rusia a manos de Brasil, nadie, ni el más insensato ser humano, pudo no darse cuenta que la gran responsabilidad fue del entrenador, que las humillaciones se dieron gracias a sus “inventos” en el campo y que no existió nunca autocrítica.
El futbol mexicano cometió su gran error histórico al mantener en el puesto a Osorio después de la peor humillación que ha recibido un combinado nacional. La noche en Santa Clara, California, era para cambiar radicalmente a un hombre que —por su palabras ante ESPN Brasil— se nota que solamente vino a estafar a la Federación Mexicana de Futbol, nada más.
Que sirva de ejemplo y de aprendizaje que este tipo de “estudiosos” solamente tienen buen discurso, porque Osorio era lo que ofrecía. Fue contundente, ante los ojos de los periodistas brasileños, que la hipocresía con la que se manejó en el banquillo de la Selección era parte de su plan: cobrar mucho y salir huyendo cuando viniera la eliminación anunciada.
Osorio
no pudo, ni podrá explicar, por qué contra Alemania (en ese entonces, todavía campeón del mundo) pudo ganar con jugadores que se quedan callados en el vestuario, como tampoco podrá explicar por qué México le ha ganado varias finales a Brasil, incluida la de los Juegos Olímpicos de Londres. Claro, ahí no había charlatanes en el banquillo, había un verdadero entrenador.
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