Cuando un torneo o una Liga ofrece tan poco como hasta ahora lo ha hecho la MX con el Clausura 2022 , cualquier destello es tomado por los aficionados como esa luz de esperanza para recuperar el tiempo perdido y evitar el ridículo. De ahí que en equipos con un torneo muy por debajo de las expectativas y responsabilidades que tienen, como América y Chivas, con una racha ganadora con técnicos interinos, se piensa que estos clubes ya tienen lo necesario para pelear por el título, cuando no es así.
De hecho, y sin encasillarlos solamente en interinatos, no es tan común que entrenadores que entraron de relevo con el torneo avanzado logren ser campeones, o al menos llegar a la final del campeonato. Es cierto que ha habido casos, aunque son pocos.
De ahí que lo que han hecho Fernando Ortiz con América, Ricardo Cadena con el Guadalajara o hasta Víctor Manuel Vucetich con el Monterrey, pudiera intentar hacerse ver como una historia de grandes hazañas, cuando la realidad es otra. Porque con todo y sus rachas no son —y difícilmente serán— de los principales candidatos al título. Quizá, Vucetich por la experiencia pudiera salirse del guion, como ya lo hizo en el Clausura 2015 cuando llegó al Querétaro en lugar de Ignacio Ambriz, aunque en aquella ocasión no fue campeón, se quedó en la orilla ante Santos, que lo venció en la final.
Así de difícil es que el bomberazo se convierta en título de Liga, aunque —insisto— no se dan casos tan seguidos.
El último fue Antonio Mohamed c on el Monterrey en el Apertura 2019, cuando llegó en lugar de Diego Alonso, y terminó ganándole la final al América. Antes, en el Apertura 2002, en un caso curioso, Alberto Jorge tomó al Toluca cuando Ricardo La Volpe (y después Wilson Graniolatti) se fue a dirigir a la Selección Nacional, y lo hizo campeón manteniendo la dinámica que traía el equipo.
En el caso de Andrés Lillini , que podría sonar a algo similar, hay que recordar que el argentino entró de bomberazo, pero antes de que iniciara el torneo, cuando Míchel decidió regresarse a España; es decir, no había iniciado la competencia. Aún así, llevó a Pumas a la final, que perdería con el León.
Por supuesto que los aficionados se pueden ilusionar con sus equipos; de hecho, lo hacen antes de que inicie el torneo sin siquiera haberlo visto jugar, pero lo que no se vale es que los jilgueros quieran meter a fuerza el mensaje de que se viven tiempos mejores en estos equipos y que se tiene todavía tiempo y oportunidad para meterse entre los grandes favoritos al título. Cada quien, por supuesto que es responsable de sus palabras, pero no se puede ir por la vida con argumentos más de relaciones públicas que de situar a un equipo y su entrenador en la realidad.
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