El Comité Olímpico Internacional no tiene líder. El manejo de crisis por parte del alemán Thomas Bach fue estrepitoso, al grado que hace dos días declaraba para la televisión de su país: “No se pueden posponer —Juegos Olímpicos— como si fuera un partido de futbol” . Palabras sin razón, sin motivo y sin profundidad. Sí, el presidente del Comité Olímpico Internacional se traicionó a sí mismo, al mismo tiempo que dejó su liderazgo en un preocupante vacío.
Un manotazo en la mesa por parte del Comité Olímpico de Estados Unidos , de una líder como Sarah Hirshland , hizo ver pequeño, muy pequeño, al presidente del Comité Olímpico Internacional , porque Thomas Bach fue enfático y claro sobre que en mayo se tomaría la decisión final de una posible postergación de los Juegos de Tokio , pero ante las presiones, lógicas y naturales de Estados Unidos , fue cuando reaccionó.
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Sin natación y sin atletismo de élite, los Juegos Olímpicos no tienen sentido, y de haberse mantenido la postura del alemán, más allá de los riesgos sanitarios implícitos en su cobarde y absurda decisión de que —por su parte— no se postergarían, en Tokio hubiéramos visto un nivel competitivo decadente para un evento de tal envergadura.
Fue más dinámico y audaz, con mayor liderazgo, el exvicepresidente Dick Pound, canadiense que sigue teniendo un altísimo poder en el interior del COI y que, con sus filtraciones y mensajes entre líneas, hizo ver muy mal a Bach.
En Canadá sabían que ya no habría Olímpicos antes de que el presidente del COI recibiera la orden del primer ministro de Japón, Shinzo Abe.
La avaricia y miserables actitudes de algunos altos funcionarios del deporte, como Bach, son evidentes. Por más que se le explicó con detalle que el deporte corría un riesgo, tanto en el nivel competitivo como en la salud de los atletas, y por más presiones de Comités Olímpicos pequeños, la decisión desde Lausana era mantener a toda costa los Juegos, como si él fuera su dueño.
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Perdió liderazgo, pero sobre todo credibilidad, el alemán Thomas Bach. Ahora, tiene meses fundamentales para trabajar en bien de los atletas, lo que —se supone— debería ser su principal motivo para manejar tan importante embajada, la del mundo del deporte.
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