El anuncio del despido de Adalid Maganda de la es un ejemplo más de la desigualdad que existe en el futbol mexicano. Nada tiene que ver con el color de piel, ni la raza, más bien con la falta de capacidad de un profesional —según la explicación que dio la Comisión de Arbitraje— para cumplir con su función como silbante.

Ahí es en donde se aplica la alarmante desigualdad y hace que este caso vuelva a polarizar al arbitraje mexicano y que demuestre, además, un evidente favoritismo entre unos y otros. Si Arturo Brizio y el resto de los dirigentes del arbitraje mexicano corrieron a Maganda por el “reiterado incumplimiento de los compromisos establecidos con la Comisión, como la no aprobación de pruebas físicas en dos ocasiones, la participación en eventos deportivos durante la pandemia sin autorización, la baja calificación derivada del deficiente nivel en el manejo de partidos de Liga MX, incluyendo la poca aptitud para comunicarse con el VAR”, entre otras cosas enlistadas en el comunicado con el que se anunció su cese, entonces es en donde no se está midiendo con la misma vara en el arbitraje.

Y como también sucede con los técnicos y futbolistas en la cancha, en el arbitraje no se está aplicando el mismo criterio. Es cierto que la última actuación de Maganda en la Liga, en el partido entre Toluca y Querétaro de la Jornada 1, fue un desastre (aunque días después salió el propio Brizio a explicar que solamente se había equivocado en una decisión), pero no es el único silbante que ha fallado de esa manera.

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Ha quedado documentado que árbitros en activo y algunos que no tiene mucho que se retiraron también fallaron en las pruebas físicas, y aun así Brizio los programó para seguir pitando partidos, algunos de esos hasta en la Liguilla. También se ha sabido de silbantes que no han tenido una buena actitud para trabajar con el VAR y otros que han dejado en evidencia, con sus actuaciones en el terreno de juego, que están muy lejos de lo que se necesita para pitar un partido de Primera División, esto último dicho por analistas arbitrales profesionales, quienes los han desnudado en diferentes ocasiones.

Así que, si se trata de un despido por falta de capacidad, actitud y por no pasar las pruebas físicas, en el arbitraje mexicano ya hubieran rodado más cabezas en los últimos años. Porque si el señor Brizio pretende hacer una limpia y quedarse con los elementos que realmente pueden entregarle buenos resultados o los prospectos que van a tener un buen desarrollo, entonces en las evaluaciones que haga tendría que aparecer en rojo un importante número de los silbantes que están en activo y que piensan que son intocables por tener de su lado al presidente de la Comisión.

Incongruencias y desigualdad en las evaluaciones y los castigos, porque Maganda no es el árbitro más malo del futbol mexicano, ni el único con errores; hay muchos más, pero tienen una gran ventaja, son amigos de la Comisión.

Este despido, más que justificado por el líder arbitral, debería extenderse a todos los que han actuado incorrectamente y, de una buena vez, hacer una limpieza. Era una buena oportunidad para hacer renacer al arbitraje, lástima que sólo fue una rencilla personal.

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