Usualmente solemos pensar que un empresario es alguien poderoso y con dinero. Sin embargo, en México, las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs) representan aproximadamente el 99.8% del total de las empresas en el país. De este universo, el 95% son microempresas que luchan por sobrevivir cada día, enfrentándose a un entorno sumamente adverso para salir adelante y tener éxito. El 3.5% de las empresas en el país son pequeñas (con entre 11 y 50 trabajadores), el 0.5% son medianas (con entre 51 y 250 empleados) y solo el 0.2% son grandes empresas (con más de 250 empleados).

En México, el total de MiPyMEs se estima en 4.2 millones y generan aproximadamente el 72% del empleo formal en el país. Las microempresas contribuyen con el 40% del empleo formal, las pequeñas con el 16% y las medianas con otro 16%. Cabe destacar que las microempresas también generan el 70% del empleo informal en nuestro país.

El empleo informal en México está fuertemente concentrado en las microempresas, que constituyen una parte significativa de las empresas informales del país. La mayoría de estas empresas operan sin lograr cumplir con los innumerables y complejos requisitos administrativos, fiscales y laborales, lo que contribuye considerablemente a la informalidad.

Todos los días, desde algún escritorio gubernamental o desde una curul en el Congreso, se generan nuevas iniciativas burocráticas que complican aún más la operación de un pequeño negocio de manera formal en nuestro país. La burocracia siempre tiene un argumento convincente para justificar la gran cantidad de trámites, normas, leyes, requisitos, multas, sanciones, inspecciones y un largo etcétera.

Ante esta realidad, es urgente realizar una reingeniería disruptiva del marco regulatorio que permita abrir y operar una empresa formal en México. Debemos simplificar y desregular al máximo. La normatividad debe ser clara, sencilla, cumplible, estable y no discrecional. Necesitamos pocas y buenas leyes que realmente se puedan cumplir.

Es fundamental facilitar la transición hacia la formalidad para que el 57% de las personas ocupadas en la informalidad logren acceder al empleo formal. La productividad en la formalidad es tres veces mayor que en la informalidad. Por ello, si logramos tener éxito en este ámbito, nuestro país experimentaría un crecimiento económico y una bonanza sin precedentes.

Otra dolorosa realidad que enfrentan las empresas en México, especialmente los pequeños negocios, es la creciente inseguridad en algunas regiones, particularmente las extorsiones y los cobros de piso. Sin seguridad no hay prosperidad posible. Es crucial revertir esta preocupante situación que afecta a cientos de miles de pequeños comercios en todo el país. La principal razón de ser del gobierno es garantizar la seguridad física y patrimonial de los ciudadanos. Exigimos a nuestros gobernantes que cumplan con su responsabilidad.

Sin duda, somos un pueblo emprendedor, pero necesitamos garantizar que cualquier ciudadano que decida iniciar un pequeño negocio lo pueda hacer sin trabas burocráticas absurdas y sin ser extorsionado por el crimen organizado o por algún inspector corrupto.

Es de suma importancia construir un entorno favorable para que las microempresas sobrevivan, se formalicen y se consoliden. Necesitamos que algunas de ellas crezcan y se conviertan en pequeñas, medianas y, ¿por qué no?, grandes empresas. Necesitamos más y mejores empresas que generen más y mejores empleos.

México necesita ser un país de oportunidades, en el que los jóvenes que decidan emprender puedan hacerlo con posibilidades reales de éxito. Para lograrlo, es fundamental generar un entorno favorable al emprendimiento.

Secretario General de COPARMEX

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