Nadie, absolutamente nadie debe subirse al barco del triunfo si no estuvo directamente involucrado en el resultado.

¡Qué fácil es ponerse para salir en la foto! Es solo de los atletas, su equipo interdisciplinario, familia y quienes apoyaron el ciclo de preparación a los pasados Juegos Panamericanos . Ellos son los grandes artífices de las medallas conseguidas, solo ellos estuvieron en las buenas y en las malas; fueron la parte medular de una consecuencia llamada oro, plata o bronce.

Conseguir una presea requiere “sudar sangre” durante muchos años. No es de un día para otro, no es por casualidad, ni por suerte, mucho menos por ayuda divina. Los deportistas que desean llegar a lo más alto son personajes muchas veces incomprendidos, vistos de una manera distinta porque salen de los parámetros sociales de su edad.

Pocos son los que llegan a la élite de los títulos y campeonatos. Colgarse de un éxito es de lo más aberrante, injusto y poco ético. Aquel que lo hace no está en la lucha diaria, en el sufrimiento, en las lágrimas de los entrenamientos; no sienten, no vibran, no se apasionan por la disciplina. Maldita sea la hora en que la rapiña llega, sonríe y pretende agenciarse un trofeo inmerecido.

Dejemos en paz a los atletas si no colaboramos en su desarrollo. Si no apoyamos, no estorbemos en su preparación. Lo ocurrido en Lima da buenas sensaciones para Tokio 2020, viene el cierre del ciclo olímpico. En lugar de irrumpir de manera grotesca, mejor nos hacemos a un lado y hagamos una mejor planeación.

@elmagazo

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