Acomodaron las cosas para no enfrentar el desastre en la Copa América. Se dijo desde antes de comenzar el torneo: Esto no pinta bien, todo apunta a un fracaso inminente, las cosas no se están haciendo como se debe, andan tomando decisiones a la ligera, no hay sustento en sus propuestas.

Se consumó el gran ridículo continental. No aplica el “lo que pasó en Estados Unidos, se queda en Estados Unidos”.

Lo que sucedió en el norte permeó a todo lo que tiene que ver con el futbol mexicano. El nuevo daño sacudió otra vez a la infame manera en que se dirige este deporte.

La frustración requiere medidas drásticas para, medianamente, aliviar lo que resta del proceso al Mundial de 2026.

Es un hecho que se debe correr a todo aquel que no está haciendo bien su trabajo, sin importar que se apellide Rodríguez, Sisniega, Davino o Lozano.

Urge acabar con las cortinas de humo, las promesas sin cumplir, los proyectos fallidos, las resoluciones estúpidas, los mensajes engaña bobos.

Es increíble volver a tropezar con la misma piedra. No aprendieron de los errores del pasado y —por eso— los repitieron.

Lo patético es que nos quieran ver la cara de tontos. En sus confusos pensamientos creen que somos unos ingenuos.

En estos tiempos, es de mentecatos pensar que pueden engañar a la gente con tanta facilidad.

Jaime Lozano —aparentemente— va a seguir, porque si lo echan, entonces deben asumir que equivocaron la apuesta y eso implicaría renunciar.

Entonces, Juan Carlos Rodríguez e Ivar Sisniega van a ponerle al entrenador una figura de más experiencia, para que salve la situación, lo que representaría cederle el control a este nuevo sujeto, para que Jaime únicamente ponga su cara.

Hoy, difícilmente pasará algo relevante, porque los directivos, jugadores, cuerpo técnico y demás, seguirán siendo los mismos.

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