Resulta frustrante ver a los contratar delanteros, torneo tras torneo, y dejar olvidados a los jóvenes canteranos.

Las nulas oportunidades para los chamacos mexicanos que quisieran ser goleadores y estrellas del equipo, nos remiten a un par de teorías: La primera es que a los directivos nos les interesa llevarlos al primer equipo; la segunda es que son bastante malos y por eso no merecen estar en las grandes ligas.

Qué difícil asimilar que, desde hace 10 años —por lo menos—, no hay un delantero centro mexicano surgido de la famosa Cantera.

Todos son culpables de esta ruina: El que va y los busca a los llanos, el que los entrena, el propio futbolista, el que dirige al equipo de Primera División y el directivo, quien tiene otras prioridades.

Universidad, el club que presumía a Hugo Sánchez, Luis García, Luis Flores y Jesús Olalde, ya no existe.

Se lo acabó la “globalización” del futbol, la urgencia de los torneos cortos, las grandes sumas de dinero que se acuerdan con los promotores o representantes, la carente estrategia para formar jugadores, el gran negocio de las fuerzas básicas.

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Hace muchos, pero muchos años, que la Selección Nacional Mayor no tiene a un killer surgido de las inferiores de Pumas. Eso duele y lastima la historia del club.

El último centro delantero mexicano “hecho en CU” y que medianamente despuntó fue Eduardo Herrera, quien hizo su debut en el ya lejano 2011.

Pumas, para el Clausura 2024, tendrá al delantero argentino Rogelio Funes Mori, histórico goleador de Rayados, quien en esta etapa de su carrera se lesiona “cada que hay viento”, y apuesta por el atacante mexicano de moda, Guillermo Martínez, quien no garantiza nada.

Así, la triste realidad de un club que antes le daba oportunidades a los talentos nacionales en el ataque y ahora les cierra las puertas en la cara.

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