No ganar una medalla, quedar eliminado en rondas previas a la pelea por subir al podio es un infierno para los atletas, por lo menos para los mexicanos. Mucha gente se les va encima, los ofende, les reclama su falta de esfuerzo, los hiere, los lastima, agrede su integridad moral. Un sinfín de improperios cae sobre ellos. Es una presión absurda. Demasiada violencia psicológica que no es fácil digerir, y constantemente crece por las vías de escape que son las redes sociales . Los deportistas que llegan a los Olímpicos no merecen esto.
Debemos entender que México
no es una potencia mundial en el deporte, apenas alcanza para destacar en algunas disciplinas; por eso, sorprende que se exija medalla en todo lo que se compite y si no se la cuelgan son los peores. Lo que sí se van a ganar es el resentimiento del pueblo, porque no pusieron la bandera de nuestro país en todo lo alto. Una confusión total, una asquerosa forma de sacar toda su basura mental.
Aída Román
no tuvo su mejor participación en Tokio; es cierto, falló en momentos clave, pero no es una fracasada. Los que vimos la competencia nos dimos cuenta de su esfuerzo y de la lucha con ella misma y contra las rivales por avanzar; estuvo ahí, peleando por la gloria olímpica, pero no encontró su mejor forma.
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Catalogar también a un atleta como “superhéroe” tiene sus consecuencias y otro gran ejemplo es la estadounidense Simone Biles , la reina de la gimnasia, quien se retiró de la prueba por equipos debido a que no soportó la presión mediática, ya que debe ganar oro en todo lo que compite. “Realmente, siento que a veces tengo el peso del mundo sobre mis hombros” , dijo Biles.
Basta de los mensajes de odio, del hostil clima, de la animadversión a todo aquel que se quede con las manos vacías en los Juegos Olímpicos; eso únicamente resta y golpea los estados de ánimo, pulveriza la confianza y la autoestim a. Publicaciones como las de Paola Espinosa sólo demuestran lo cruel y envidiosa que puede ser una persona. Pobre Paola, tan lejos del espíritu olímpico y tan cerca de sus demonios, representantes y asesores. Hay que sumar para bien, porque está confirmado que “el peor enemigo de un mexicano, es otro mexicano”.
@elmagazo