Andrés Lillini no se irá de Pumas, por lo menos no en los próximos dos años. El argentino terminará su contrato al final del siguiente torneo y lo renovará, porque quiere mantenerse como entrenador del equipo y los directivos están encantados con su proceso.

Lillini ha sorprendido a todos con los resultados que ha entregado. Se suponía que iba a ser corta su estancia, cuando lo nombraron interino por la salida del español Miguel González Míchel, pero —al no encontrar un entrenador que se ajustara a la economía e interés del club— decidieron dejarlo y acertaron, la fortuna estuvo de su lado.

Andrés, con muy poco, ha hecho demasiado y eso, en estos tiempos, vale oro. Con una ínfima inversión, da batalla a los poderosos de la Liga. Claro que se ha equivocado muchas veces en la estrategia para enfrentar un partido, él mismo lo reconoce, pero es un entrenador que se ha ido puliendo jornada a jornada.

Una final perdida contra León, una semifinal con un descarado robo del arbitraje frente al Atlas y una final de la Concachampions, que está a unos días de jugarse, son las cartas de Lillini como técnico de los Pumas. Nada mal para un personaje desconocido, en dos años de gestión.

Andrés se ha hecho mejor estratega desde que llegó Miguel Mejía Barón a la institución. Los conocimientos y consejos del doctor han sido fundamentales para el crecimiento del sudamericano.

El que no hace mucho era el encargado de las fuerzas básicas ha hecho una relación muy cercana en el vestuario del primer equipo. Ha logrado que los jugadores crean en su discurso, en su trabajo; lo respetan. Lillini se ha convertido en un padre para los futbolistas, cosa que no sucede muy seguido en un equipo.

Andrés necesita coronar su ciclo con un título, que podría conseguirlo muy pronto con la conquista de la Concachampions. Un trofeo consagraría el esfuerzo del estratega.

Reconocimiento es lo único que ha ganado Lillini en el medio mexicano, pero eso no es suficiente en el deporte. Se requieren logros, conquistas, trofeos, para alcanzar alturas distintas, salvo que no le interese al entrenador.

Por cierto, no estaría mal que el argentino se expresara distinto, ante los medios de comunicación, sobre su equipo. Cansa escuchar lo humilde que es Pumas, la pinta que hace de institución pequeña.

Constantemente, en cada conferencia de prensa y entrevista, Lillini asume el papel de víctima. Debe tomar riesgos y poner a los universitarios como protagonistas de la competencia, porque así lo marca la historia del club.

Lillini, un hombre que —en esencia— se encarga de desarrollar jóvenes futbolistas, tiene tatuado el azul y oro, motivo muy importante para mantenerse. Con Pumas, se siente en casa, encontró su segunda familia, está feliz; además, por lo que se ha visto, están hechos el uno para el otro.

@elmagazo

 
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