Escándalo mundial, suficiente para vetar al estadio Levi’s, de Santa Clara, California, y —de paso— a la Selección Nacional el tiempo necesario en Estados Unidos.
Lo que sucedió en las gradas de ese inmenso escenario para más de 70 mil personas es para que se tomen cartas serias y severas en el asunto, porque de milagro no murió una persona.
Increíble observar a un loco, energúmeno, bloqueado por el alcohol, droga, o ambas, sacar un puñal y enterrarlo en el pecho de un individuo, porque hubo diferencias entre un grupo de salvajes que generó una gresca.
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La imagen del imbécil con el arma blanca en todo lo alto, su rostro lleno de ira y con los sentidos perdidos, es escalofriante.
Exactamente el mismo impacto que genera ver al agredido con un chorro de sangre brotando de su cuerpo.
No entiendo cómo pudo llegar ese cuchillo a las tribunas en un estadio de Estados Unidos, en donde —supuestamente— hay detectores de metales y una vigilancia con lupa en los accesos. Queda claro que no son tan efectivos como parece, la seguridad quedó vulnerada.
Si el agresor asesta en el otro costado, le perfora el corazón, y vaya lío que se arma.
Eran mexicanos, los neandertales que se agarraron a golpes eran paisanos.
La violencia apareció de nuevo en un juego de México; deben hacer algo las autoridades para que no vuelva a producirse.
Mucha de esta gente, que —se ve— no mide consecuencias, ya entra al inmueble fuera de sí, totalmente alcoholizada e, insisto, hasta con alguna droga en el organismo.
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Se juntan cuatro o cinco horas antes para asar carne en el estacionamiento y ya no paran —por lo menos— de beber hasta que termina el partido, una bomba de tiempo.
La FIFA debe estar enterada del tema y debe estar muy enojada por estas vergonzosas escenas, que se mezclan con el grito homofóbico que tanto quiere erradicar.
Si la Federación Internacional no castiga, es por el gran manejo de influencias de los dirigentes de esta zona.
Imagínense lo que pasaría si castigan a México y no lo dejan jugar en suelo estadounidense: El negocio se va a la quiebra.
Desafortunadamente, no va a pasar nada; acaso alguna llamada de atención, pero debería haber represalias para que entiendan.
Qué escenas tan espeluznantes, dantescas en un estadio. Ojalá que no las volvamos a ver nunca más.