Antonio Briseño
cargará el resto de su vida con la lesión de Giovani dos Santos. Tristemente, su carrera ya quedó marcada por un evento imposible de olvidar. El Clásico Nacional atesora otro momento álgido, morboso, rudo y dramático.
Las imágenes del Pollo Briseño con su tachón de aluminio cercenando la pierna de Gio serán tan recordadas como las de la batalla campal de la 1982-83.
No terminarán los golpes anímicos para él. En la calle le refrescarán la acción, los medios lo acribillarán cada que acceda a una entrevista; en la cancha, los insultos hacia su persona serán parte del juego. Lo llaman “tronco”, “mala leche”, “carnicero” y hasta irresponsablemente “asesino”, como se escuchó en la transmisión del partido.
Briseño
debe ser muy inteligente para soportar estos improperios, convivir con un ambiente hostil y sacudirse la mala vibra.
Defiendo la postura del jugador, le creo que nunca entró de mala fe para lastimar a un compañero. No es un futbolista que haga daño, que perjudique al rival. Es un chamaco leal, trabajador. Es cierto, se equivocó y tendrá que cumplir con un castigo de cuatro partidos, tiempo suficiente para reflexionar lo que aconteció.
Debe regresar con la misma entrega y pasión para ayudar a las Chivas. El Pollo requiere un buen terapeuta para salir de este complejo asunto, el miedo a repetir la jugada —créanme— rondará su mente y las cosas no están para que el Guadalajara pierda emocionalmente a un hombre tan importante.
¡Ánimo, Briseño! Besos y abrazos para todos.
@elmagazo
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