Me cuesta trabajo ver a Guillermo Ochoa como suplente. El Cinco Copas mexicano está relegado a la banca, bajo la esperanza de algún grave error o nueva lesión del guardameta italiano Luigi Sepe, para volver a la titularidad con el Salernitana.

Muchos dirán que exagero, porque ya lo vivió en España, cuando fue portero del Málaga. En aquel entonces (2014-16), nunca pudo quitarle el lugar al camerunés Carlos Kameni, al cual —palabras textuales de Ochoa— “no lo saludaba porque empezó a hablar mal de mí, tal vez porque tenía miedo”. Pero esa es otra historia, lejana y dura, de la cual tuvo que haber aprendizaje.

Ochoa todavía es, guste o no, el máximo referente del futbol mexicano en los últimos años, por presencia, carisma, experiencia, marketing. Justo por lo anterior, cae muy mal verlo sentado, que no sea el portero número uno de un equipo que pelea por mantener la categoría en la Primera División de Italia.

Guillermo aceptó la situación cuando firmó el contrato en el Calcio. Le ganó el deseo de integrarse a una de las mejores Ligas del mundo, aceleró las cosas... Se equivocó.

Bien por él con su deseo de buscar actividad fuera de nuestro país, al no ver un interés claro del América por renovarlo, pero tuvo que haber meditado mejor las ofertas que le presentaron de Europa.

No son buenas señales que coma banca, porque pierde dinamismo y lo aleja de los reflectores, si pretende alcanzar una sexta Copa del Mundo.

Es cierto que el tapatío recibió 17 goles en seis partidos —como parte del 11 inicial del Salernitana—, pero su trabajo fue destacado, porque evitó goleadas de escándalo. En enero, fue reconocido como el mejor de su equipo.

Memo tendrá que esforzarse al triple para convencer al técnico y regresar como titular. Ojalá lo logre, porque su imagen —a estas alturas— no se puede manchar.

@elmagazo

Google News

TEMAS RELACIONADOS