26/01/2023 |04:40
Redacción El Universal
Periodista de EL UNIVERSALVer perfil

El lamentable episodio de la tesis de la ministra de la Suprema Corte de Justicia viene a poner en evidencia algo que ya venía sucediendo en México desde hace algunos años por diversos motivos, primero que nada, políticos y luego dizque solidarios y supuestamente humanitarios: el abandono del rigor en todos órdenes, desde los políticos, los laborales y hasta los académicos y, lo más grave, los legales.

Si nunca nos hemos distinguido por nuestro apego a las leyes, tal parece que mientras avanzamos en el sentido correcto no tardamos en revertir lo logrado. En los procesos democráticos es en donde, hoy por hoy, es más claro: ante el logro indiscutible de la creación de un órgano electoral confiable y con credibilidad (el IFE/INE), hoy vemos cómo, quienes más beneficiados han sido por él, hoy se empeñan en destruirlo por su afán de hacer cumplir las leyes y reglamentos que le dieron razón de ser.

En el terreno de la educación, y usando como pretexto la desigualdad social, hemos ido bajando los niveles al eliminar las pruebas y exámenes de admisión a instituciones de educación superior hasta llegar a la absurda propuesta de no calificar y dar por aprobados a todos los alumnos en automático. Es correcto que se reconozca que no todos estudian en las mismas condiciones, pero lo que debe hacerse es proporcionar a todos los mismos instrumentos de los que disponen quienes disfrutan de una mejor situación y no disminuir los requisitos que exige el conocimiento de una disciplina.

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

En este contexto sucede que una persona cuya autoría de su tesis de licenciatura ha sido puesta más que en duda, llegue a ser ministra de la Suprema Corte de Justicia y que a un sector de la sociedad no le parezca gravísimo, incluso justificándolo como un “error de juventud”.

Y es que realidad la verdadera y mayor transformación que México necesita es convertirse en un auténtico Estado de Derecho y dar cumplimiento a ello, incluso en los detalles que parezcan insignificantes y por supuesto en temas mayores. Si tal estado existiera y se cumpliera, incluso nuestros mayores problemas: la desigualdad, la concentración de la riqueza y por ende la corrupción, encontrarían una vía de solución firme y permanente más allá de la retórica y la demagogia política que casi siempre acaban en desilusiones y frustraciones sociales e individuales.

No es que crea en el poder mágico y automático de las leyes para normar y conducir la conducta humana. Sé que la experiencia histórica nos demuestra lo contario: lo frágil e iluso de ese camino, pero sí estoy convencido de que crear y observar ciertas reglas mínimas de convivencia aceptadas por todos es la mejor fórmula a nuestro alcance de lograr una mejor existencia humana.

Es por ello que con esta convicción y en el contexto actual de México, ante la situación que ha planteado el abuso y el engaño de una destacada política, exalumna universitaria, al haberse graduado con un trabajo en gran parte ajeno a ella, considero que la respuesta de las autoridades universitarias y, en particular, del Rector Enrique Graue ante esta situación, es la correcta y la mejor posible dadas las circunstancias antes descritas.

Efectivamente, me parece que ante el desprecio y la poca valoración que el poder político y amplios sectores sociales tienen frente a la Ley, hoy más que nunca los que creemos en la Ley debemos apegarnos a ella con el mayor rigor posible a fin de reafirmar su validez como el mejor camino para resolver los diferendos individuales y sociales. La Universidad como institución debe ser ejemplar en ello. No solo porque no puede permitirse un equívoco al responder con la rapidez y la precipitación que demandan muchas voces interesadas y otras de buena fe, sino porque, al apegarse a la Ley, la Universidad ratificar su congruencia con los principios que la sustenta y que le dan razón de existir ante la sociedad.

Con la elemental y primitiva respuesta de actuar igual que los otros, sin rigor alguno, superficialmente y con el inmediatismo del discurso político fácil, estaremos colocándonos en la espiral que ha llevado a la sociedad mexicana a la descomposición social que parece amenazarle actualmente.

Ante quienes desprecian las leyes y las convicciones éticas con su conducta, la única respuesta posible es la Ley misma y la firmeza de convicciones y principios.

Todo el apoyo a la UNAM y sus autoridades.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana.