Una de las cosas mínimas que obtiene uno al tener una educación universitaria es la de adquirir una bibliografía muy amplia sobre las materias que nos interesan. También es cierto que independientemente de que uno los haya leído o no a su tiempo, lo cierto es que parte de la inteligencia de un autor o de un profesor universitario o de su popularidad están basados en sus recomendaciones de lectura y en caso de los que publican en novedad y sorpresa del título de la obra.

Como estudiante de Ciencias Sociales de la segunda mitad del siglo XX, uno de los títulos que más me impresionó y dejó huella en mi memoria es la de un polémico académico italiano Benedetto Croce que se llama: “La historia como hazaña de la libertad”. Más allá de la polémica que desató el título y de que el contenido del libro haya sido discutido y utilizado políticamente tanto por la izquierda como la derecha europea, el hecho es que la idea misma de interpretar el devenir de la historia con un propósito y un destino: la libertad, el autor demuestra que efectivamente las grandes batallas de la humanidad ha sido librarse de los determinismos y las dominaciones que de múltiples maneras pretenden sujetarnos.

Por supuesto que la primera y una de las más importantes ha sido librarnos de las fuerzas de la naturaleza misma: librarnos de la oscuridad, de las dictaduras del tiempo y del espacio, con el único límite de la muerte y así hemos vencido al día y a la noche, como la distancia geográfica y de múltiples enfermedades. Claro que esto ha sido a un gran costo y en esa tarea hemos provocado daños enormes a nuestro entorno, la ecología y hasta el clima. Uno se pregunta a veces si ha valido la pena hoy que vivimos las consecuencias a veces trágicas de nuestras operaciones sobre la naturaleza.

También nos libramos de las fuerzas metafísicas que nosotros mismos creamos: las religiones, los prejuicios, las ideologías políticas. Así, hemos comprendido la función de las religiones, de nuestras creencias, sin temer al infierno y sin soñar con paraísos.

Muchos ejemplos más encontraríamos en la historia si pensamos en las dominaciones imperialistas y militaristas y hasta el siglo pasado de las ideológicas que se empeñan en persistir.

Una de ellas quizá la que se resiste a morir, es la noción de la inferioridad de la mujer frente a la masculinidad, quizá una de las últimas grandes batallas cuyo desenlace se vislumbra, esperemos que antes de que culmine este siglo la logremos vencer.

Por eso hoy que año tras año después de más dos siglos, nos reunimos para celebrar el logro de nuestra independencia de la dominación colonialista española, es importante recordar año con año lo que hay detrás de los grandes conceptos como independencia y libertad para que seamos conscientes que no son bienes ganados de una vez y para siempre, sino que hay que estar cotidianamente luchando por salvaguardarlos y ampliarlos, porque siempre estarán amenazados por las fuerzas que se oponen a ello. Siempre habrá nuevos enemigos de la libertad expresados a través del deseo de imponer un pensamiento único frente a la pluralidad esencial del pensamiento, de la experiencia humana, de la diversidad cultural.

En la defensa de la libertad de pensamiento, de la crítica social y política que se traduce en libertades como la de prensa, en la actividad crítica de las universidades y centros de cualquier enseñanza, de la investigación científica, en donde tenemos grandes trincheras.

La diversidad de interpretaciones que hoy en nuestros días hacemos de las causas, motivos, ideologías políticas, tenemos de la historia misma de México, nos muestra la diversidad y la pluralidad de la cual están construidos nuestras sociedades.

El racismo, el clasismo, no sólo son muestras de intolerancia y de incomprensión sino son también lamentables expresiones de esa diversidad. Eso no los hace por supuesto que sean aceptados.

Para conservar esa independencia ganada en 1821, hemos emprendido batallas en estos 200 años, primero para consolidarla frente al imperio español, segundo frente a las intervenciones inglesas y francesas representadas por el intento austrohúngaro de imponernos una monarquía encarnada en Maximiliano y Carlota.

Al llegar al siglo XX los intentos expansionistas de nuestro vecino del norte nos han obligado a estar alertas de manera permanente ante las modernos formas de intervención que el siglo XX, la tecnología y la globalización abrieron.

Frente a estos enemigos nuestra independencia fue el triunfo de la unidad nacional la que ha impedido el éxito de estos intentos de dominación. Desde hace algunos años estos enemigos han encontrado una nueva arma cultivando nuestra separación, algunas veces plenamente justificada, ya he mencionado el racismo, el clasismo como fuentes a veces expresadas a través de agentes mexicanos que desilusionados de una unidad un tanto artificial han denunciado a lo largo de toda la historia lo que nos separa olvidándose de que lo único que nos ha defendido como nación ha sido esa unidad nacional, hoy tan despreciada.

Esa independencia es la que celebramos hoy, más que con un anhelo de recordar, con un anhelo de construir y de defenderla hacia el futuro para heredarla y transmitirla a nuestros hijos, a nuestros nietos, eso es lo que en estos días quisiéramos fuera el motivo central de celebración.

Escritor y gestor cultural

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