En 1968, el poder político acusó a los universitarios que disentían de las reglas del poder de estar influidos por la retóricamente llamados: “filósofos de la destrucción”, haciendo referencia en lo particular a Herbert Marcuse, uno de los herederos del pensamiento critico alemán y cuyos libros se decía alentaban el pensamiento contestario de los estudiantes de todo el mundo.
Hoy acusa el poder político mexicano a los universitarios de haberse dejado seducir por el pensamiento: “neoliberal”, haciéndonos perder la vocación social y de servicio que ha caracterizado la existencia de la UNAM y sus egresados.
¿Qué tienen en común estos dos momentos históricos tan diferentes?
Quien lanza la acusación a los universitarios es el poder político desde sus más altas esferas.
¿Que tiene en común? El poder.
Nosotros los universitarios defendemos que la Universidad preserve su derecho a hacer valer la disidencia como vocación esencial. No hay en la historia del pensamiento científico y humanístico que no haya surgido de este valor. La disidencia lleva como compañeros inseparables el respeto a la pluralidad y la tolerancia.
El rector Javier Barros Sierra al finalizar la marcha que encabezara al inicio del movimiento estudiantil, afirmó: “Viva la disidencia porque es el espíritu de la Universidad.
Es eso hoy lo que se ejerce en la universidad y es eso lo que parecen haber olvidado algunos que hoy se encuentran en el poder.
Nosotros, los de entonces sí somos los mismos.