Seguramente dentro de los millones personas que simpatizan y apoyan al movimiento llamado “La Cuarta Transformación”, que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, hay un gran número de ellas y ellos que están convencidos que este movimiento realiza los ideales y los sueños del movimiento estudiantil de 1968. Nada más contrario a ello que la realidad.

En primer lugar, la composición social del movimiento del 1968 lo desmiente. La heterogeneidad política e ideológica de quienes marchamos en aquel entonces no excluyo a ningún grupo social, no fue la lucha de clases un referente para ser incluido o excluido del movimiento. Si bien es cierto que la base social más amplia lo constituyeron los alumnos de las instituciones públicas de educación superior de la Ciudad de México, particularmente la UNAM y el IPN, también participaron estudiantes de aquel entonces, principal institución privada de educación la Universidad Iberoamericana. Ser joven urbano era la condición indispensable

La composición social de México en esos años lejos estaba de la división clásica marxista: Capitalista y proletarios, obreros y empleados vs propietarios y había dado lugar como en todo el mundo occidental a una compleja estructura social básicamente de clase media y tuvo como principal actor a un sector creciente de la sociedad que fueron los estudiantes, cuya explosión demográfica se dio en el siglo XX.

Muchos de esos estudiantes son hoy activos militantes, la mayoría cercanos a la tercera edad y constituyen el núcleo básico de morena, que efectivamente simpatizan las causas de ese partido pero que en aquel el entonces (1968), eran acérrimos críticos del presidencialismo imperante que veían en Gustavo Días Ordaz una de las encarnaciones más cabales, arquetipo por excelencia del presidencialismo mexicano: autoritario, paternalista, represivo, entre otras características: “El ogro filantrópico” de Octavio Paz.

Desde el punto de vista ideológico, un pensamiento conservador disfrazado en aquel entonces de una retórica revolucionaria e igualitarista, envuelta en un manto de un nacionalismo simbólico.

Desde el punto de vista económico pretendía a través de múltiples programas sociales cubrir las necesidades básicas de los más pobres, pero considerándolos políticamente menores de edad, necesitados de apoyos económicos y orientación moral.

Los más de 50 años que han transcurrido desde entonces le han permitido a la sociedad mexicana crecer y madurar, el difícil y tortuoso camino hacia la democracia nos ha ido formando como ciudadanos autónomos y a crear instituciones que defiendan esos principios y garanticen y defiendan esos derechos: el INE, el INAI y otros, que hoy son atacados por el poder político.

Pareciera que hemos olvidado a veces el significado de las palabras y que cuando alguien repite: “prohibido prohibir”, olvida que esa expresión no implica vivir y convivir en el más estricto respeto a la ley que es lo único que garantiza el más puro ejercicio de las libertades, entre ellas la de prensa, que hoy gracias entre otras cosas se ejerce en la pluralidad y que se ha convertido también en uno de los objetivos principales de los ataques del poder político.

OCTUBRE 2 ,2023

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