Hace casi siete años, cuando comenzaba mis estudios en el Centro de Nanociencias y Nanotecnología (CNyN) de la UNAM, no me hubiera imaginado que iba a estar en donde estoy. Recuerdo que estudiar en la UNAM no era una opción tan popular en mi preparatoria; quizá porque la ciudad donde crecí, Guasave, está alejada de la capital y hay otras buenas universidades más cerca. Sin embargo, buscando opciones descubrí la carrera de Nanotecnología en la UNAM, la mejor universidad del país. Desde entonces supe que era ahí donde quería realizar mis estudios universitarios, a pesar de las dificultades que significaba el mudarse a una ciudad lejos de casa.
Debo decir que mi etapa en la UNAM ha sido increíble. Aunque, ciertamente, es muy diferente de la experiencia de estar en Ciudad Universitaria —ya que el CNyN se ubica en Ensenada, BC—, puedo decir que he adquirido, orgullosamente, el sentido de pertenencia Puma y el cariño hacia la UNAM. Es aquí donde he forjado increíbles amistades, he conocido gente brillante y he podido ser miembro de una comunidad muy unida, que forma parte esencial de mi formación como la persona que soy ahora; básicamente mi segundo hogar por más de cuatro años.
Algo de lo que estoy muy agradecido es que tuvimos acceso a los laboratorios de investigación del Centro desde muy temprano en la carrera. Gracias a ello pude involucrarme en proyectos de investigación bajo la excelente mentoría del doctor Roberto Sanginés, donde aprendí valiosas lecciones sobre el ámbito académico y sobre lo que significa hacer investigación, lo cual me ha ayudado en gran medida en mi vida profesional y personal.
Los conocimientos y la experiencia que adquirí en mi paso por el CNyN, así como la gente que conocí y de la que aprendí muchísimo, me permitieron tener la oportunidad de realizar diversas estancias de investigación en diferentes instituciones dentro y fuera de México. Puedo decir que la más impactante de ellas fue la estancia en el Ames Research Center de la NASA, ubicado en Silicon Valley, California. Lo que comenzó como algo que era imposible de conseguir, se convirtió en una realidad; y en verdad fue una experiencia fascinante, donde pude contribuir y ver de primera mano los proyectos tecnológicos que serán llevados al espacio en las próximas misiones de exploración espacial. Nada de esto hubiera sido posible sin el soporte de todas las personas que me ayudaron en el proceso y, en especial, de Fundación UNAM, por su confianza en mí y su apoyo para conseguir los recursos necesarios para la estancia.
Hoy me encuentro terminando el primer año del doctorado en Ingeniería Electrónica en el Georgia Institute of Technology, donde casualmente sigo involucrado en proyectos con la NASA: trabajando en el desarrollo de sensores y otros dispositivos inalámbricos.
Aún me cuesta trabajo voltear atrás y ver los lugares en donde he tenido la oportunidad de estar, de aprender y de conocer gente maravillosa. Sin mi paso por la UNAM nada de esto hubiera sido posible. Nunca terminaré de agradecer a mi familia, amigos y todas las personas que me han apoyado en mi trayectoria. Espero de todo corazón que más estudiantes puedan tener oportunidades como las que he tenido. Sin duda, instituciones como Fundación UNAM han sido y seguirán siendo de valiosa ayuda para que miles de estudiantes puedan cumplir sus sueños.
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