Durante la Segunda Guerra Mundial, en los campos de concentración, los niños huérfanos dormían con un pan en la mano para asegurarse que iban a tener algo que comer al día siguiente como lo habían hecho ese día. Lo grandioso es que muchos de esos niños sobrevivieron gracias a que otros prisioneros les dieron sus últimos pedazos de pan. De lo anterior nos enteramos, gracias a las narraciones que hiciera Victor Frankl , el padre de la logoterapia y autor del famoso libro “El hombre en busca de sentido”.

“La vida no nos debe placeres; nos ofrece significados”
Victor Frankl

Sin duda, la capacidad de grandeza del ser humano contrasta con la de causar daño y dolor. “Ese pan no sólo trajo la supervivencia, sino también la libertad interior”, comenta Frankl. “Los que vivimos en los campos de concentración podemos recordar a los hombres que iban por las barracas reconfortando a los demás, regalando sus últimas migajas de pan. Pueden haber sido pocos en número, pero son suficiente prueba de que se le puede quitar todo a un hombre excepto una cosa: la última de sus libertades, la libertad de elegir su actitud y su camino en cualquier circunstancia”.

Cierto, en ocasiones no podemos elegir la música que la vida nos toca, pero si el cómo la bailamos. Ser conscientes de que en cada instante decidimos nuestra existencia: qué comer, qué hacer, qué decir, a quién amar, por quién sufrir y cómo vivir. A esto, Víctor Frankl le llama “el sentido del momento”.

Como sabemos, Frankl vivió cuatro años en un campo de concentración y encontró sentido a su vida al soportar las peores atrocidades y ha influido en el alma de muchos quienes su testimonio es un mensaje de vida y esperanza.

Ahora lo recuerdo al escuchar y leer las noticias que nos preocupan a todos: lo político, lo económico y lo social tocan de cerca nuestras vidas y nos hacen creer que el mal es lo que impera.

Sin duda vivir es un milagro y una aflicción. En esta dualidad, nos toca enfrentarnos a lo que la vida trae, a lo que nos gusta y a lo que no. Sin embargo, es nuestro privilegio elegir y responder con la actitud que tú y yo decidamos tener. Recordemos que el 10 por ciento es lo que nos sucede, y el 90 restante, el cómo reaccionaremos ante aquello que nos sucede.

Un pan en la mano

Hay dos maneras de sobrellevar los retos que la vida nos arroja; la primera, como vimos, es decidir cómo vas a bailar la música que la vida te toca, es decir lograr el sentido del momento al actuar más y hablar menos; al señalar lo que está bien, en lugar de en insistir en lo que está mal; al hacer algo por mejorar las cosas, en lugar de quejarnos, en fin. Y la segunda, es dormir con un pan en la mano, aquello que te de fortaleza, serenidad y confianza.

Es verdad que la vida trae dolor, trae frustración, trae angustia. Sin embargo, se puede vivir mejor de lo que creemos cuando le podemos dar un sentido a todo esto.

Entre las cosas de las que Frankl se sentía más orgulloso, estaba el hecho de haber encontrado sentido a tanto padecimiento. Gracias a sus palabras de aliento, a su capacidad de amar y a su deseo de vivir, muchos de sus compañeros prisioneros sobrevivieron a pesar de haber tocado los peores infiernos.

Habría que hacer conciencia sobre el hecho de que cada instante se presenta como único e irrepetible. Y que el único responsable de mi felicidad soy yo. De ahí que cada decisión que tomamos forma nuestra propia historia.

“El sentido está, existe y nuestra tarea es solamente encontrarlo”, señala Frankl.

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