Pablo regresó rejuvenecido de su comida. Bastó que tres amigos se juntaran después de un año de no verse, para adquirir ese halo de felicidad que hacía tiempo no le veía.

Las relaciones son como la comida, tienen “calorías”, algunas contienen pocas y otras demasiadas: unas tan ligeras como la lechuga, otras tan divertidas como el chocolate, tan sólidas como un lomo de puerco, otras tantas pasajeras como el agua, tan neutras como el pan blanco o tan frescas como la fruta.

Durante este año de pandemia, la dieta social ha sido por fuerza muy magra, centrada en un núcleo reducido, quizá sólo incluye a la pareja, la madre, los hijos o incluso a nadie, hecho que todos de alguna manera hemos resentido. Sin embargo, un saludo a distancia, una conversación profunda con el mejor amigo, un breve intercambio de palabras amable con un vecino en el pasillo o el flujo de memes en el grupo de WhatsApp de compañeros del colegio constituyen lo que el profesor en estudios de comunicación, Jeffrey Hall de la Universidad de Kansas, llama la microbiota social.

¿Por qué “microbiota social”? Así como en el sistema gastrointestinal hay una población de diferentes bacterias, que al estar en equilibrio y formar una simbiosis nos dan salud digestiva, cada uno de nosotros necesita una diversidad de interacciones y de relaciones para moldear una salud integral.

Sí, necesitamos a ese amigo un poco loco y aventurero, al apasionado en política con el que siempre discutimos, al vehemente en los deportes, al simpático que siempre nos hace pasarla bien, al intenso, al culto, al nerd que nos pone al corriente en tecnología, al que no es nada de lo anterior pero cuyas presencia y compañía siempre resultan reconfortantes. Hall afirma que: “El balance adecuado te puede llevar a un estado de prosperidad en el cual tengas todo el alimento social necesario, pero si no lo logras, te puedes sentir solo, socialmente malnutrido y sediento de una relación significativa”.

El hecho es que para sentirnos nutridos física, mental y emocionalmente, necesitamos alimentarnos con todos los grupos de alimentos como de amigos. La cantidad no es tan importante como la calidad y la variedad.

Antes de la pandemia no valorábamos lo que el intercambio social significaba en términos de bienestar. Toneladas de estudios en los últimos 15 años comprueban que “el mejor indicador de tu bienestar y salud psicológica –aún del riesgo de morir– es la cantidad y calidad de amigos que tienes”, comenta Robin Dunbar profesor en psicología evolutiva de la Universidad de Oxford, en una entrevista para el diario The Guardian. Y sugiere que una variedad saludable de amigos es clave para la salud del cuerpo y la mente.

Hall agrega que también el tiempo que pasamos a solas con nosotros es parte de esa microbiota social sana; siempre y cuando no nos sintamos en soledad, sino nutridos con una o varias conversaciones profundas ocasionales y tengamos un intercambio suficiente de charlas ligeras que nos sostengan, como la de preguntarle a un colega cómo estuvo su fin de semana o hablar del tráfico con el mesero, ya que es una manera de hacerle saber a los demás que apreciamos compartir el espacio con ellos. Estos pequeños intercambios, nos dice Hall, son más nutritivos y benéficos de lo que imaginamos.

Lo paradójico es que ahora que el mundo empieza a abrirse, muchos sentimos resistencia a los encuentros sociales, de la misma forma en que la experimentan los presos una vez libres. El ser humano se acostumbra a todo, sólo ten en mente la necesidad de una dieta a tu medida y, cuando se pueda, amplía tu microbiota social. Verás que regresarás de tus encuentros también rejuvenecido.

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