“La conciencia en las piedras duerme, en las plantas sueña, en los animales despierta y en los humanos se da cuenta de sí misma”, escribió Rumi, el poeta persa del siglo XIII. La conciencia es la cualidad fundamental que existe en todos lados y en todo.
Pero, ¿qué es la conciencia? Ésta es una de esas palabras, como la palabra “espiritual”, que se usa en tantos contextos y con tantos matices que resulta difícil definirla. La escuchamos en la madre que regaña a un niño con un: “No tienes conciencia”; en el amigo que sugiere: “Haz conciencia…”; en el científico que intenta descubrir en qué parte del cuerpo se encuentra “la conciencia”; o bien, en la práctica de la meditación cuando el guía dice: “Trae la conciencia a tu respiración para conectarte con la consciencia universal”.
La ciencia ha intentado resolver sin éxito el misterio de la conciencia. Steve Taylor, maestro y autor del libro Spiritual Science dice que una de las razones por la que la respuesta a dicha pregunta se complica es porque nosotros somos la conciencia; por lo tanto, es difícil observarla como algo “aparte”. La mejor forma de entenderla es por medio de la experiencia, más que por una definición.
Cierra los ojos y observa tus experiencias internas y externas, así como tus pensamientos, y sin juzgar déjalas pasar para tratar de percatarte de la parte de ti que está consciente de lo anterior. Te darás cuenta de que tienes una experiencia y un observador interno que las registra. Algunos filósofos llaman qualia a la vivencia subjetiva de las experiencias, la cual es un “aspecto de la conciencia” que se da en cada persona, por ejemplo, al saborear un durazno, sentir un dolor o la caricia del amante.
Francis Crick, uno de los científicos más importantes del siglo xx, y James Dewey Watson descubrieron el código genético en la estructura molecular del adn. Años después de ese hallazgo se dedicó a investigar una de las cuestiones más intrigantes de la ciencia: la conciencia. Se dio cuenta de que dicho acertijo era más elusivo que el código genético.
Desde el punto de vista material, si tomas un cerebro y lo analizas milímetro a milímetro no encontrarás en él a la conciencia; no se puede explicar físicamente esa fuerza que nos da la vida y sin la cual simplemente no seríamos. Otros científicos arguyen que la conciencia no existe, que es sólo una ilusión.
Sin embargo, desde el punto de vista espiritual, el intelecto del ser humano es limitado, existen acertijos en el universo que no somos capaces de resolver en un nivel intelectual; sin embargo, sí los podemos sentir y vivir.
Taylor afirma que el cerebro no produce la conciencia, más bien actúa como una especie de receptor, que transmite y canaliza la fuerza espiritual a nuestro ser, de la misma manera en que un radio no produce la música que transmite, sino que la recibe y la reproduce.
Lo que sí sabemos es que somos parte de algo mayor, de un todo, más que seres individuales. Si lo ponemos en términos de la luz, somos receptores de dicha luz, como los rayos de un sol, y guardianes de la porción con la que todo individuo nace. ¿En dónde se origina la luz, proviene de Dios, del amor, de la fuente universal, de la consciencia universal? Cada persona lo decide de acuerdo con sus creencias.
Finalmente, ¿qué, cómo o dónde se encuentra la conciencia? Por lo pronto, no es lo importante. Lo importante es ser una persona consciente y agradecer, ya que todas las personas nacemos con la misión de expandir esa luz a nuestro alrededor.