Ahora, como en 2008, la promesa de una reforma migratoria ha llegado a la Casa Blanca. Después de 5 millones de deportaciones en la administración de Obama, el presidente Biden no ha perdido el tiempo y se muestra decidido a revertir el complejo entramado de los más de 1,000 cambios al sistema migratorio estadounidense que tuvieron lugar durante la presidencia de Trump. Quienes deciden emprender el duro camino de buscar una vida mejor en Estados Unidos ciertamente tienen motivos para ser optimistas. El fin del programa “Permanecer en México”, la suspensión temporal del infame muro fronterizo, el establecimiento de un grupo de trabajo para reunir a familias que fueron separadas por las medidas de mano dura de Trump, y la introducción de una iniciativa de ley para regularizar la situación de 11 millones de migrantes son muestra de ello. El viraje es evidente, pero aún no queda claro si será suficiente.

En los primeros 100 días de su gobierno, encara una creciente crisis humanitaria en la frontera con nuestro país, con cerca de 30 mil menores no acompañados que han llegado desde octubre de 2020. El titular del Departamento de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, reconoció que esperan encontrar a más personas en la frontera del suroeste a niveles no vistos desde hace 20 años, mientras que se ha tenido que desplegar a la Agencia Federal para el Manejo Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) para atender la situación con los menores. Todo este debe recordarnos la otra cara de la moneda. No se trata únicamente de un optimismo surgido de una nueva administración por parte de los migrantes: también se trata de familias que han sido orilladas a dejar sus hogares.

De ahí la importancia de la Ley de Ciudadanía Estadounidense 2021 que ya fue presentada a la Cámara de Representantes y al Senado. Un elemento central es la apertura de un camino a la ciudadanía al permitir que quienes se encuentren en una situación migratoria irregular puedan solicitar un alto a su deportación, y obtener un permiso temporal. Después de cinco años, estas personas podrán aplicar para una residencia permanente y tener la opción de comenzar con el proceso de naturalización que les permitiría tener una ciudadanía

Sin embargo, la iniciativa no está exenta de la polarización que ha marcado a la política estadounidense en las últimas décadas, y probablemente aún tenga que pasar por negociaciones con el Partido Republicano. Aun así, en tanto persistan la inseguridad y el desempleo -que han sido exacerbados por la pandemia- la búsqueda de mejores oportunidades en Estados Unidos seguirá siendo una opción. Quienes tomen esa decisión seguirán en la condición de vulnerabilidad que conlleva la posibilidad de los cambios de gobierno, especialmente cuando todo proviene de órdenes ejecutivas.

Si bien el afán aislacionista de Trump marcó la agenda por cuatro años y en algún momento pareció que restringiría de manera definitiva la posibilidad de encontrar una mejor vida en el país norteamericano, no pasemos por alto que el actual mandatario estadounidense ha revertido una gran parte de su legado en tan solo dos meses. Esperemos que el legado de Biden a favor de los migrantes no sufra la misma suerte.

Diputada federal

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