En los últimos años, el cambio climático ha dejado de ser un tema con consecuencias aparentemente distantes que solo tendrán lugar en el futuro. Los efectos negativos sobre la salud derivados de los fenómenos meteorológicos extremos ya tienen repercusiones en la vida diaria de las personas en todas las latitudes del planeta. Desastres como las inundaciones, sequías o huracanes son cada vez más frecuentes y más graves, con serios retos para la salud pública.

Las olas de calor que han azotado a Estados Unidos y a algunos países europeos este verano son elocuentes ejemplos. Estas olas han agudizado las condiciones de vulnerabilidad para personas de la tercera edad, personas que de bajos ingresos y quienes padecen enfermedades cardiovasculares y otras condiciones crónicas. Todas ellas se encuentran expuestas a mayores riesgos de salud en temperaturas elevadas. En el caso de la ola de calor en el noroeste de Estados Unidos, un grupo de expertos que trabaja en la iniciativa World Weather Attribution ha señalado

Las consecuencias son graves: estamos hablando de muertes y hospitalizaciones directamente relacionadas con las ondas de calor que no ocurrirían sin los efectos que la actividad humana ha producido en el clima. Otro ejemplo son las inundaciones sin precedentes en Zhengzhou, China, con precipitaciones equivalentes a ocho meses de lluvia. No se trata de eventos aislados: la Organizac únicamente por desnutrición, estrés térmico, diarrea o malaria relacionadas con el cambio climático, dado que estas condiciones se agravan con la ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos.

En 2019, una comisión de la revista académica The Lancet empleó el concepto de sindemia - la agrupación e interacción de dos o más condiciones de salud que afectan a la población - . Como ejemplo, la comisión señala que los fenómenos meteorológicos extremos provocan pérdidas en las cosechas y vulneran la seguridad alimentaria, lo que orilla a las personas a padecer hambre o aumentar el consumo de alimentos procesados. Como consecuencia, ninguno de estos tres desafíos puede atenderse de manera aislada: atender adecuadamente las necesidades alimenticias implica también tomar medidas en relación con el cambio climático.

La inacción ya no es aceptable. Es indispensable el cuidado del planeta y de sus especies y ecosistemas, es urgente detener el calentamiento global. Para algunas voces irresponsables prevalece la locura humana como si tuviéramos un derecho divino a la destrucción de nuestro hábitat, pero esa misma destrucción está amenazando la salud de miles de personas y poniendo en juego la vida de muchos miles más. Por cada día que se postergue la alineación de los marcos normativos y presupuestales nacionales con los objetivos del Acuerdo de París y la implementación de las medidas necesarias para reducir las emisiones, corre peligro la salud de más y más personas. Por desgracia, la pandemia de COVID-19 ya ha demostrado los resultados de no poner a la salud y el bienestar como una prioridad. Si cuidar a nuestro planeta es cuidar a nuestra salud, entonces la respuesta que necesitamos para el cambio climático no debe postergarse ni un momento más.

Diputada federal 

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