Los presidentes de México y Estados Unidos se reunieron una vez más para discutir la agenda bilateral. Las conclusiones públicas sobre esta visita presentan claroscuros, por ejemplo, por una parte, no parece rentable para México subsidiar la gasolina que compran los norteamericanos, pero por otra parte hemos subestimado la importancia de la compra de fertilizantes que son escasos desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania y que son indispensables para una de las industrias más importantes de la región. Habrá que revisar los costos, ruta de implementación y consecuencias de las decisiones y especialmente la transparencia con la que se distribuyan esos fertilizantes considerando el histórico clientelismo que existe hacia las organizaciones campesinas.
La visita es motivo de numerosos textos. Sin embargo, mi intención es centrarme en la creciente violencia en ambos lados de la frontera, un tema indispensable para toda la región.
Nuestro continente tiene el número más alto de asesinatos, UNODC registró 160,800 sólo en 2020. En EU murieron 45,010 personas por arma de fuego durante el 2021, de ellas 20,920 fue por homicidio (Gun Violence Archive). Los datos en México son aún más graves; en 2021 las cifras oficiales reportaron 33,308 homicidios dolosos, pero además debemos considerar a las personas desaparecidas y a los desplazados por causa de la violencia.
La violencia se ha extendido por toda la región. El año pasado Jamaica tuvo la tasa de homicidios más alta (49.4 por 100,000 habitantes), seguida de Venezuela (40.9), Honduras (38.6), Trinidad y Tobago (32), Belice (29) y Colombia (26.8). En Ecuador se duplicaron los asesinatos y se presentaron graves motines de pandillas carcelarias. En Costa Rica, Paraguay y Perú también aumentaron los homicidios (InSight Crime).
La reunión entre López Obrador y Biden incluyó el compromiso de combatir el tráfico de fentanilo y armas, así como el tráfico de personas y reducir los niveles de consumo de drogas. La propuesta se centró en establecer un grupo de trabajo operativo entre ambos países, y en cooperar en conjunto para combatir a las organizaciones criminales.
La realidad es que ambos presidentes tienen fuertes presiones internas para solucionar este problema. Del lado estadounidense se han reportado 337 tiroteos masivos únicamente en lo que va de este año (Gun Violence Archive), mientras que en México se mencionan más de 40 ataques masivos y se proyecta que el 2022 será el más violento de nuestra historia.
Es positivo que se aborde este tema en la agenda porque se asumen compromisos al reconocerlo como un problema compartido. EU vende armas hacia América Latina y desde el sur se producen y envían drogas hacia el norte. Mientras en EU se estiman 107,622 muertes por sobredosis en 2021 (CDC), en México sufrimos una creciente ola de violencia cada vez más sangrienta.
¿Será suficiente ese diálogo, la prometida cooperación y un grupo de trabajo para frenar la violencia y acabar con las bandas criminales? Lo dudo. Además del trabajo bilateral coordinado, cada país tiene enormes responsabilidades pendientes: EU debe regular la venta de armas, perseguir a los distribuidores y frenar el consumo de droga en su territorio, y en México es urgente construir un verdadero estado de derecho, perseguir y castigar a los criminales, acabar con la corrupción e impunidad, brindar justicia a las víctimas y detener el consumo de drogas. Sólo cumpliendo nuestras responsabilidades lograremos las urgentes soluciones.
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