Las mujeres enfrentamos barreras graves en el acceso a los servicios de salud: mil quinientas millones de nosotras alrededor del mundo no tuvieron prueba diagnóstica de hipertensión, diabetes, cáncer o enfermedades de transmisión sexual en todo el 2021. Mil millones de mujeres ni siquiera pudieron interactuar con un solo doctor en el mismo periodo. Estos datos, contenidos en el Índice Global de Salud de Mujeres de Hologic, nos hacen preguntarnos con toda seriedad a ¿qué tipo de salud podemos aspirar las mujeres?

En la más reciente publicación del Índice, que cuenta con el apoyo técnico de la prestigiada casa encuestadora Gallup, también se destaca que varios aspectos relacionados con el bienestar de las mujeres sufrieron notorios retrocesos. No solo están menos satisfechas con las opciones del cuidado de la salud al alcance, además, viven crecientes adversidades para proveer alimento y vivienda a sus familias, así como se sienten más inseguras al caminar solas de noche.

Por si fuera poco, de acuerdo con el mismo análisis, 5 dimensiones explican el 80% de la variación en la esperanza de vida al nacer para las mujeres: cuidados preventivos; salud emocional; opiniones sobre la salud y la seguridad; necesidades básicas y salud individual. La investigación asegura que con solo mejorar uno de estos indicadores se podría ampliar las expectativas de vida de las mujeres.

Asimismo, el reporte reafirma los términos de la discusión que he encontrado en mi participación en distintos foros internacionales, los cuales subrayan el grave retroceso global en la búsqueda de la inclusión; la creciente brecha de bienestar entre las mujeres provenientes de países con ingresos altos y bajos; así como la mínima importancia que dan los gobiernos al diagnóstico médico oportuno. En casi 50 países y territorios, menos del 10% de las mujeres reportaron haber tenido pruebas de cáncer en el último año, esto significa que más de 2 mil millones de mujeres están expuestas a una enfermedad sin tener claridad plena de su condición.

Si bien considero que el Índice deja a un lado variables culturales que pueden determinar distintos aspectos del acceso de las mujeres y niñas a los servicios de salud, la realidad es que sí constituye una herramienta útil para dar mayor visibilidad a las mujeres en la priorización de asignaciones presupuestales, en el diseño de políticas públicas, así como en la vigilancia y monitoreo de ciertas enfermedades para que, desde una perspectiva integral, se reviertan las tendencias de injusticia e inequidad en el mediano plazo.

Por la evidencia presentada en el reporte, como por la discusión en foros multilaterales especializados en materia de salud, resulta urgente una inversión pública y privada importante en los sistemas de atención primaria. Si los gobiernos lograran monitorear y diagnosticar con oportunidad, las instituciones podrían planificar mejor sus recursos enfrentando menores presiones de gasto en el largo plazo; la población ver reducido el padecimiento de enfermedades crónicas y las mujeres acceder a niveles más aceptables de atención profesional e insumos médicos.

Para que eso suceda, los gobiernos nacionales como México deben comprender que la suma de esfuerzos entre autoridades, especialistas, sociedad civil y empresarios son indispensables, pero además que la única forma de lograr la cobertura universal será a través de la atención prioritaria y corresponsable a sectores excluidos, entre los cuales se encuentra principalmente el de las mujeres.

Presidenta honoraria de la Unión Interparlamentaria

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