Aún después de tantos siglos de progreso para la humanidad, la felicidad parece ser un ideal que nos sigue eludiendo. Aquí abundan los cuestionamientos complicados, sin que podamos dar con una respuesta clara. Sin embargo, eso no debe ser pretexto para que no busquemos hacer un estudio crítico y profundo que nos dé más claridad. Se ha hecho con otras cuestiones complejas: ¿por qué no centrar esfuerzos en algo que es central y esencial para gozar de una vida plena?
Esto fue lo que motivó el tema a discutir en nuestro último Webinar para Parlamentarios de esta semana, organizado en conjunto con Sustainable Development Solutions Network y Parliamentarians for Global Goals. En esta serie de conversatorios virtuales, buscamos que parlamentarios de todo el mundo dialogaran directamente con expertos para que sus próximas decisiones incorporen esas perspectivas cuidadosamente estudiadas e informadas. En esta ocasión, nos enfocamos en cómo reconstruir nuestras sociedades para que sean incluyentes y sostenibles.
Precisamente, un elemento clave es la felicidad. Más allá de ser un deseo por concretar un ideal loable, esto también se trata de una responsabilidad indispensable para tomadores de decisiones como los parlamentarios. Si no sabemos qué efectos tienen esas decisiones sobre el bienestar de las personas a las que representamos, entonces estaremos trabajando a ciegas. No es de sorprender que esto sea un objeto de estudio científico. El Dr. Shun Wang, académico que edita el World Happiness Report, se ha dedicado a ello y ha trabajado en desarrollar métricas para que podamos saber cómo vamos en ese sentido. Hay que resaltar, como lo hizo el Dr. Wang durante su ponencia, que el hecho de que sean medidas subjetivas no desmerece su valor.
Todo lo contrario, de hecho: estas métricas nos pueden ayudar a reconstruir mejor. Van un paso más allá de otras cifras tradicionales en el sentido de que plasman de manera más fidedigna y holística el bienestar de las personas. La metodología es robusta. Aquí entran factores como las emociones, los propios testimonios vivenciales de los encuestados, la confianza en otros, o la integración social de la persona. A la par, también se incluyen otras medidas como la esperanza de vida, ausencia de corrupción, o el PIB per cápita.
Si la pandemia del coronavirus conlleva consigo misma la oportunidad de replantear nuestra “normalidad”, acatar estas métricas como guía en nuestras decisiones es un paso necesario hacia esa meta. Recordemos que la “normalidad” nos llevó a encontrarnos ante circunstancias intolerables de desigualdad, de desarrollo insostenible a costa de nuestro planeta, a costa de instrumentalizar al ser humano como una herramienta al servicio de la producción.
Es patente la necesidad de repensar cómo medimos nuestro progreso, la variación del PIB está lejos de ser un indicador de bienestar. La búsqueda de la felicidad no es únicamente un tema para soñar y desear. Su medición tiene consecuencias directas sobre las decisiones que tomemos en nuestros sistemas políticos. Claramente, esas decisiones deberían tener al bienestar de las personas mismas como principio rector en todo momento. Solo así lograremos sociedades sostenibles, prósperas, e incluyentes.
Diputada federal