Los retos globales ahora están más conectados, pero las respuestas son cada vez más fragmentadas. Estamos enfrentando una emergencia de salud que llega a todos los rincones del planeta, sin embargo es abril y seguimos sin tener una hoja de ruta global que nos permita enfrentar problemas compartidos con soluciones comunes.

Las organizaciones multilaterales surgieron para crear un balance de poder y a la vez una estructura de cooperación entre los países que viven un mismo problema. El multilateralismo es el encargado de intermediar y limitar el poder de las grandes potencias e incluir las voces de todos los pueblos del mundo.

La pandemia que estamos combatiendo desafortunadamente no ha tenido la respuesta que esperábamos de todas las organizaciones multilaterales. Los nacionalismos y las decisiones políticas de los gobiernos no han dejado espacio para la cooperación ni para la búsqueda de soluciones compartidas al Covid-19.

Esta emergencia nos tomó por sorpresa, cada país buscó soluciones frente a una realidad que avanza demasiado rápido. Sin embargo, casi 3 meses después, algunos gobiernos e instituciones nacionales se rehúsan a ver los hechos y escuchar a los expertos, y en su lugar toman decisiones basándose en sus “creencias”. Esto además provoca respuestas lentas carentes de efectividad, se aprende a través de prueba y error dentro de sus mismas fronteras. Para ejemplificar, la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo reconoció la transmisión de humano a humano del coronavirus hasta el 24 de enero; o bien, mientras a nivel internacional su Director General declaraba que lo mejor era hacer “pruebas, pruebas y pruebas”, la OMS en México festejaba las políticas y discursos que negaban que las pruebas fueran un mecanismo inteligente de prevención y mitigación.

Esta falta de coordinación dentro de una misma organización y la respuesta tardía de muchas otras organizaciones para crear fondos para apoyar a los países de bajos ingresos, planes económicos y fiscales para superar el impacto del virus dejan vacíos de poder que los gobiernos de los países llenan muchas con discursos nacionalistas, y algunas políticas acertadas pero también otras erróneas que han costado miles de vidas.

Además, el multilateralismo llega tarde: pasaron más de 2 meses para que la OMS lanzara un fondo; pasaron más de dos meses, el derrumbe de las bolsas y las monedas, y la incertidumbre en los mercados para que entonces se diera una reunión del G20.

¿Qué hay del intercambio de información o de esfuerzos colegiados para encontrar una cura o la vacuna? Esto parece haberse convertido en una competencia política o incluso farmacéutica. ¿Qué hay del acceso a medicamentos y equipo? ¿Qué pasará más adelante con la producción y distribución de alimentos?

Sí, se han alzado algunas voces positivas que hicieron importantes llamados desde el inicio (un ejemplo es el mensaje de Michelle Bachelet en contra de la discriminación), pero la verdad es que no contamos con soluciones compartidas a los problemas globales: ¿Cómo nos hacemos responsables de migrantes y refugiados? ¿Quién va a atender esta crisis en zonas de Siria o Yemen?

Espero que pronto se vean respuestas económicas coordinadas , un liderazgo claro de las organizaciones encargadas de lograr una cooperación internacional más concentrada y ordenada y sobre todo medidas especiales por lo menos a través de planes regionales que protejan a los miembros más vulnerables de la sociedad.

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