El mundo se encuentra convulsionado con más de 2 millones de casos detectados de Covid-19. Sentimos incertidumbre en nuestra propia existencia porque la pandemia del SARS-CoV-2 ha rebasado a los sistemas de salud más sólidos del mundo y ha inundado de tristeza algunas ciudades. El miedo a los estragos de este virus nos obliga a modificar nuestra vida cotidiana y mantenernos en los hogares, cerrar escuelas, cercar espacios públicos, confinarnos en nuestro seno más íntimo; el tiempo en el que nos saludábamos estrechando las manos o con un beso ha quedado atrás.

No sólo nuestra salud ha sido víctima de la pandemia, sino que nuestros medios de subsistencia también están en jaque. La reacción ante el virus ha paralizado industrias, comercio y flujos internacionales. Cada día se pierden miles de empleos, se cierran pequeñas y medianas empresas, y vemos a los mercados financieros volar por los aires. El primer error es fijarnos en las cifras y no reparar en las historias detrás: millones de familias están en un punto de vulnerabilidad extrema, de pobreza, hambre, discriminación y marginación.

En México cometemos un segundo error, abandonamos la unión y solidaridad que solíamos abanderar los mexicanos en casos de emergencias como sucedió en los sismos de 1985 y de 2017. ¿Por qué ahora se ataca a doctores y personal médico mientras ellos arriesgan su vida para salvar las nuestras? ¿Por qué en otros países como Italia o España se les reconoce y agradece, mientras aquí se avienta cloro a enfermeras?

En nuestro país, hace unos días veíamos a un gobernador afirmando que este virus atacaba sólo a los ricos y ahora reparte culpas por falta de equipo y planeación; voces desde el deporte o el espectáculo manifiestan su preocupación por la falta de material médico en los hospitales, la respuesta desde la política es la censura, y el vocero a cargo del tema en el gobierno defiende sus cifras hasta que nos sorprende con que al menos hay 8 veces más contagios porque es un modelo distinto (como si se tratara de una encuesta electoral).

La crisis que estamos viviendo no puede seguirse tomando a la ligera. La polarización y el encono no salvarán vidas, por el contrario, amenazan la vida de los más pobres que necesitarán a las enfermeras y enfermeros que no pueden utilizar el transporte público, a médicos que no podrán atenderles porque en las clínicas no se hicieron las pruebas (9% de los casos confirmados de Covid-19 son de personal de salud).

Empezamos a abordar muy mal esta pandemia, no se trataba de creer en el virus sino de entender la ciencia, no se trataba de comprar tiempo sino equipo médico, no se trataba de desgastar a la gente sino de prevenir muertes y contagios.

Estamos a tiempo de rectificar, de entender que no libraremos esta crisis si no estamos unidos. Es indispensable respetar y apoyar a quienes están combatiendo al virus, que el gobierno garantice el abasto de todo lo necesario en los hospitales, mantenernos en casa porque millones de mexicanos y mexicanas no pueden hacerlo, y es de suma importancia que todos los liderazgos entiendan que no es momento de polarización.

Esta crisis no perdonará nada, ni a nuestra economía ni a nuestra democracia. OXFAM proyecta que habrá 500 millones de personas más en pobreza en el mundo. Si necesitamos unidad y solidaridad ahora, serán indispensables para la recuperación. No aticen más el encono porque el enojo, la frustración y las pérdidas serán mucho mayores en las próximas semanas. Esa es la lección de otros países, ojalá tengamos la humildad de aprenderlo.



Diputada federal

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