La pandemia nos tiene colectivamente hartos, queridos lectores, hasta el copete. Cada quien intenta la mejor manera de sobrellevar la combinación de encierro, convivencia (o soledad) obligada, trabajo a distancia (para quienes tienen esa doble fortuna), dificultades económicas, duelos por quienes han muerto o enfermado, angustias individuales y colectivas, y una larga, muy larga lista de etcéteras.
La gente busca, y a veces encuentra, alivio o distracción en las actividades más diversas. Las obvias son la pantalla, ya sea en su variante de tableta, computadora o TV; la lectura, lo mismo de periódicos que de revistas o libros; los juegos de mesa, que hoy se pueden dar incluso a distancia; y hasta los rompecabezas o equivalentes. Lo que importa es mantener la mente ocupada pero también distraída, una combinación no siempre fácil. Y es que el exceso de concentración nos puede hacer incluso más daño que la dispersión mental.
Hay quien viaja, figurativamente hablando. Sí, ya sé que también algunos viajan físicamente, unos con más precauciones que otros, pero escribo estas líneas pensando más en quienes —por las razones que sean— han optado por el encierro como la mejor vía de prevención ante esta tan atípica como inusitada circunstancia mundial.
Para quienes viajamos en nuestras mentes, ya sea a través de lecturas, de la música o de las pantallas, hay un sinfín de alternativas: películas y series de todos colores y sabores, entre las cuales hay auténticas joyas; la literatura que siempre es una travesía; la música que nos transporta en el espacio y/o en el tiempo.
En esas imágenes, en esos sonidos, en esas letras, el mundo entero es nuestro, queridos lectores. Todo para nosotros, para imaginarlo, soñarlo, pintarlo y dibujarlo, pero sobre todo para compartirlo. Sin las restricciones físicas que nos imponen las normas de salud pública y del sentido común, podemos lanzarnos a la exploración, al descubrimiento. Algunos lo han hecho desde el primer día del encierro, tal vez porque ya tenían la costumbre. Otros le han ido agarrando el gusto y el modo, a su respectivo ritmo y gusto.
En estos viajes, no dejemos de informarnos de lo que sucede alrededor del mundo: la información, el análisis, el contexto nos ayudan a salir del encierro también, del ensimismamiento, de la mirada obsesiva al ombligo, de creernos el centro del universo.
El hecho de que en pleno milenio de la globalización estemos enfrentando una pandemia de impacto y consecuencias globales no es algo menor o irrelevante, todo lo contrario. Solamente observando y aprendiendo de errores y aciertos ajenos podemos imaginar mejores maneras de enfrentar la que ha resultado ser la madre de todas las crisis, de la que nosotros y nuestros hijos podremos platicarle algún día a nuestros nietos con un sentimiento —ojalá— de comunidad, de esfuerzos, sacrificios y aprendizajes compartidos.
De los peores momentos surgen las mayores fortalezas: busquémoslas dentro y fuera de nosotros y de nuestras respectivas burbujas. Solo explorando se descubre.
Analista.
@gabrielguerrac