Ni te embarques, reza el refrán al que esta vez nadie hizo caso, queridos lectores. Ayer, martes 10 de diciembre, hubo muchos embarcados: se rubricó el paquete de acuerdos adicionales del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, o T-MEC. Casi al mismo tiempo, la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, anunciaba que el Congreso estadounidense comenzará el proceso formal de juicio político (impeachment) en contra del presidente Donald Trump, apenas el cuarto mandatario en la historia de su país en ser sujeto a dicho procedimiento. Horas después, cuando toda la atención giraba en torno a ambos acontecimientos, la oficina del fiscal del Distrito Este de Nueva York anunció la detención y consignación de Genaro García Luna, quien fue director de la Agencia Federal de Investigación en el sexenio de Vicente Fox y secretario de Seguridad Pública en el de Felipe Calderón.
Desde que Donald Trump inició su campaña a la presidencia con fuertes críticas al libre comercio, las luces amarillas de alerta se encendieron. Una vez que emergió vencedor, las luces amarillas se tornaron rojo incandescente. El desprecio de Trump por el libre comercio en particular y por las convenciones internacionales en general se hizo realidad al formalizar la salida de EU del TPP y de los Acuerdos de París. La siguiente víctima sería el TLCAN.
Imposible reseñar la odisea que significó mantener con vida al tratado original primero, para luego iniciar y concluir exitosamente la negociación de un nuevo acuerdo que pondrá al día las reglas de juego para el intercambio comercial y la resolución de conflictos de América del Norte.
Lo acordado trae ya la bendición de la mayoría demócrata en el Congreso estadounidense y el aval de los sindicatos, cosa inusitada para un acuerdo comercial que integra a tres economías tan disparejas. Eso prácticamente garantiza su aprobación en Washington, mientras que la de Ottawa y la CDMX se dan por descontadas.
No conocemos todavía los detalles de lo acordado y habrá que revisar con lupa la “letra chiquita”. A reserva de hacerlo, me parece que el cierre de la negociación y lo que parece ser su inminente aprobación dará certidumbre a las economías de la región y resultará en un importante espaldarazo para la mexicana, tan ávida de buenas noticias. ¿Echar las campanas a vuelo? No, por supuesto, pero creo que es una noticia bienvenida.
El mayor triunfo de Trump en esta legislatura solo subraya la paradoja: la misma presidenta del Congreso que ha iniciado el procedimiento que intentará destituirlo es quien salió a aplaudir el nuevo acuerdo comercial. Así es la política: de un lado los cuchillos, del otro los arreglos. Pero no hay que hacerse demasiadas expectativas sobre el impeachment: Trump no será destituido y tampoco está claro si el escándalo será un aliciente para que sus partidarios salgan masivamente a votar el próximo noviembre. Conociéndolo, Trump sabrá hacer de todo esto un espectáculo que sirva a sus propósitos, y ya se mueve el engranaje de su maquinaria propagandística: en una de esas termina ganando gracias al juicio político.
De Genaro García Luna solo puedo decir que las fiscalías de distrito en EU difícilmente consignan a un personaje de tan alto perfil si no tienen elementos que consideren muy sólidos para enjuiciarlo. Yo creo en el debido proceso y en la presunción de inocencia como conceptos rectores del Estado de derecho, elementos tristemente ausentes en muchos procesos judiciales en nuestro país. García Luna tendrá derecho a ellos, lo cual no es poco decir. Jurídicamente estamos obligados a esperar, pero el impacto mediático y político es tremendo e inmediato.
Muchos opinan que es una pena que tenga que ser llevado a proceso en EU en vez de en México, pero yo lo veo diferente: así nadie podrá alegar que se trata de un uso faccioso del aparato judicial mexicano. Lo que sea, saldrá a la luz. Ojalá se haga justicia.
Analista político.
@ gabrielguerrac