Vaya revuelo el del fin de semana pasado, queridos lectores. Cuando ya estábamos listos para relajarnos al menos en UN tema, el del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, de repente se generó una tormenta mediática y sobre todo tuitera.
¿El motivo? El anuncio, público por cierto, de que el gobierno estadounidense acreditará “agregados laborales” para que informen a su gobierno acerca de posibles incumplimientos de la parte mexicana que ameriten ser llevados ante los paneles de resolución de controversias previstos en el nuevo acuerdo, es decir en el T-MEC.
Hasta ahí todo bien y normal. Los agregados (o attachés) diplomáticos son la cosa más común y los hay en la mayoría de las embajadas o consulados. Hay agregados culturales, económicos, comerciales, de prensa, agrícolas, militares y navales, entre otros. Sus funciones están claramente definidas en convenciones internacionales y siempre deben ajustar su conducta personal y profesional a las leyes del país en el que operan.
Les platico todo esto con conocimiento de causa, apreciados lectores, porque en alguna época de mi vida, y a mucha honra, me tocó ser diplomático, agregado, para más señas. Fui agregado cultural en la embajada de México en la antigua Unión Soviética y después agregado de prensa en la embajada mexicana en la República Federal Alemana. Y no, entre mis tareas no figuraba el inspeccionar ni las políticas culturales ni las mediáticas de esos países, sino observar, estudiar y por supuesto reportar a México aquellas cosas que me parecieran relevantes.
Pero hagan ustedes de cuenta que este fin de semana en cuanto se habló de “attachés laborales” pareció el anuncio del desembarco estadounidense en Veracruz. Raudos y veloces brincaron los defensores de la soberanía nacional, entre ellos algunos que hace poco no veían con malos ojos que el gobierno estadounidense participara en el combate al narcotráfico en territorio mexicano, para decir que no, que en materia laboral era necesario pintar una raya infranqueable.
Contribuyó a todo este melodrama el protagonismo y la mala capacidad para comunicar del negociador en jefe mexicano, Jesús Seade, quien se enredó solito en una discusión barroca acerca del significado y funciones de los “agregados”, publicó y borró tuits alarmantes para después viajar a Washington a aclarar un asunto que no requería de tanta aclaración, porque ya estaba explicado de antemano.
Pero si Seade se excedió, también lo hicieron los vociferantes que cantaban ya la entrega de la soberanía nacional en aras del T-MEC. La verdad es que entre todos fabricaron una tormenta en un vaso de agua en la que por poco y se ahogan. Al final salieron solamente atragantados, habiendo uno y otros gastado toda su pólvora en un innecesario infiernito.
Y de lo que sí importa casi no se habló: de la reforma laboral mexicana, de las condiciones de trabajo de millones de asalariados, de la opacidad y corrupción en los sindicatos y en la relación perversa que muchos de ellos sostienen con empresas y con gobiernos. Pero así somos, nos gusta más el oropel que lo sustantivo.
Ya tendremos tiempo para analizar el impacto real del T-MEC en enero, pero yo, por lo pronto, les aviso que tomaré un breve periodo vacacional, por lo que mi artículo semanal, volverá a estas páginas el 8 de enero.
Les deseo a todos lo mejor de lo mejor para el año y la década que se avecinan.
Analista político. @gabrielguerrac