Al cuarto día, la cifra mágica de 270 por fin cayó, y con ella también la esperanza de Donald Trump y sus partidarios de mantenerse por otro período en la Casa Blanca.

Pero Trump no se da por vencido, y tal y como muchos habíamos anticipado se dispone a lanzar una enorme ofensiva legal para regatearle el triunfo a Joe Biden. Si bien es muy poco probable que lo logre, intentará por todos los medios aferrarse o, cuando menos, agriarle la fiesta a los demócratas.

Lo cierto es que aunque jurídicamente tiene el derecho, ni los números ni las evidencias parecen cuadrarle. Lo único que logrará el todavía presidente es caldear aún más los ánimos y hacerle todavía más daño a un sistema electoral claramente anquilosado, arcaico.

Le quedan a Trump casi dos meses y medio en la Casa Blanca, tiempo suficiente para causar muchos daños más a la democracia y a la vida pública de su país, por no hablar de los riesgos para el resto del mundo.

Hoy festejamos la victoria de Biden y Harris, con todo lo que representan. Pero no olvidemos que Trump sigue al volante y que ahora sí ya nada le importa.

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