Votaré por Xóchitl Gálvez y la coalición que la respalda. Aquí van las razones. Empiezo por las malas. Todos quieren derechos y buen gobierno, pero pocos están dispuestos a pagar por ello. En esa frase se resume una parte de la transición de México a la democracia: la desmovilización ciudadana después de la primera alternancia en el 2000 dejó a la suerte de los partidos el problema estratégico de las democracias nuevas, la reforma del ejercicio autoritario del poder estatal. La dejaron incompleta y abrieron el paso al populismo autoritario. Sin embargo, queramos o no, los partidos de la coalición Fuerza y Corazón por México, el PRI, el PAN y el PRD son los autores de la construcción institucional que nos dio al IFE-INE, la separación de poderes, el INAI, la reforma constitucional de 2011 en derechos humanos —la más trascendente desde 1917—, y un largo etcétera. Dejaron el vaso medio vacío, pero también medio lleno. Sobre todo lo dejaron envenenado por no haber extirpado las raíces del árbol del sistema presidencialista de partido hegemónico renace con Morena. En cambio, AMLO y su alianza se dedicaron desde que llegaron a vaciar el vaso sin ponerle agua nueva. En pocas palabras, le declararon la guerra a la democracia y se dedicaron a devastarla sin ningún valor a cambio, a no ser por la estridencia del grito populista acompañado por la derrama de recursos para formar clientela. Si algo ha logrado la 4T es imposible valorarlo por su ruptura con la transparencia. MC tampoco es opción; la agenda que propone solo puede existir si hay democracia y, por lo tanto, como opción de gobierno hoy sólo existe en un vacío fosforescente que lo hace cómplice de la perpetuación del autoritarismo. Si en MC creen que Claudia Sheinbaum sería diferente, sería bueno que la oyeran: ella dice que será la continuidad de AMLO.
Andrés Manuel mintió cuando protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución. Al llegar al gobierno comenzó a implementar acciones para subvertir la democracia y restringir los derechos humanos que garantiza la Constitución. Desde las mañaneras machacó la falsedad de que son una invención del “neoliberalismo” y no una conquista social. Sus voceros declaran que los derechos humanos están “por debajo” y no al mismo nivel de la Constitución. Simultáneamente, emprendieron el ataque contra los jueces que los hicieron respetar las leyes hasta que la ofensiva se enfiló a la destrucción del Poder Judicial para subordinarlo al Presidente.
Ahora vamos al lado bueno. Al llegar al sexto año de destrucción democrática y de armado de un modelo despótico la disyuntiva es transparente: rescatar la democracia o continuar en el autoritarismo populista. La única opción para conseguirlo consta de dos partes: una gran movilización ciudadana y un gobierno de coalición que resulte de las urnas el 2 de junio. Xóchitl Gálvez encabeza esa opción.
No hay “proyecto de nación” que valga sin un Estado democrático en el que los derechos se cumplan y se hagan cumplir; en el que todos tengan libertad efectiva de hacer su proyecto de una vida con sentido. Para ir en esa dirección, primero es necesario arreglar la nave averiada en las finanzas públicas, la seguridad, la salud y la educación y recuperar el crecimiento económico. Pero, a la vez, es necesario recuperar el largo plazo consolidando las instituciones para someter el ejercicio del poder al estado democrático de derecho, es decir, completar la tarea que la transición postergó poniendo en peligro de muerte el futuro de la democracia.
Xóchitl y Fuerza y Corazón por México son la alternativa para retomar el camino democrático sin mesianismo, paternalismo y autoritarismo, y abrir la puerta a la justicia social. Morena ha querido borrar esa posibilidad de nuestras manos. Ha atentado contra la soberanía de los ciudadanos removiendo o dañando las garantías que lo protegen. Rebasar a Morena con el pluralismo democrático es el imperativo político y moral de la cita con las urnas.